viernes, 25 de septiembre de 2015

ESPAÑA ES SUMA Y SINERGIAS, NO REALIDAD APARTE

Estamos todos más que calentitos, y yo el primero, a cuenta de las inminentes elecciones autonómicas catalanas, que se han convertido finalmente en el plebiscito que los independentistas pretendían. En medio de ese fárrago todo son cruces de sables verbales, ensalzamientos de las patrias, poesías varias entremezcladas con sueños y vaticinios, así como análisis históricos y políticos de lo posible y lo imposible.
He intentado eludir los excesos de frustración y bilis acudiendo al humor, a la parodia. Por debajo del sarcasmo supongo que lo esencial de mi perspectiva habrá quedado más que en evidencia. Pero ahora, y dando fe de mi condición de poliedro, me gustaría echar una mirada al asunto desde un nuevo ángulo puramente ontológico —esto es: relativo al ser— que pienso apenas se ha tenido en consideración y podría ayudar a aclarar algunas ideas.

La cosa, a pesar del cultismo anterior (intuyo que a más de uno lo de “ontológico” le habrá hecho temerse que se avecinaba un laberinto de palabros insondables), es en realidad bastante sencilla: todo este lio parte de considerar el asunto como meras dificultades de relación entre dos naciones: España y Catañuña. La cosa, para algunos, podría equipararse a un matrimonio en crisis, y las posibilidades son la reconciliación (vía reforma de la Constitución), o el divorcio (secesión); alternativa, ésta última, para la que caben igualmente dos opciones: divorcio de mutuo acuerdo (independencia pactada), o contencioso (declaración unilateral de independencia), que aunque siempre es más doloroso no deja de ser viable, y acaso inevitable, si las diferencias entre los cónyuges son insuperables y uno de ellos se empeña en no aceptar la separación.
A mi entender la metáfora anterior, por poética y estéticamente tentadora que pudiera parecer es absolutamente equivocada, porque España y Cataluña no son realidades equiparables, no son entes de la misma naturaleza. Para nada. Y no digo con esto que una sea superior a la otra: es que son cosas que pertenecen a distintos niveles de la realidad. Puestos a buscar metáforas, yo diría que el absurdo conflicto que enfrenta a Cataluña con España sería mucho más parecido al que pudiera enfrentar a mis pulmones con el resto de mi cuerpo, o a la raza negra con el resto de la humanidad. Y lo digo por un simple y elemental hecho que parece ser sistemáticamente olvidado: ESPAÑA ES LA SUMA DE SUS PARTES Y LAS SINERGIAS QUE DICHA SUMA GENERA, NO UNA REALIDAD DIFERENTE.
La primera vez que entendí la anterior obviedad fue, precisamente, oyendo a Jordi Pujol, hará veinte años, cuando aún era Honorable (con toda probabilidad ya robaba, pero no se sabía), y aunque no recuerdo la frase exacta, decía más o menos así: “la única manera que tengo de ser español es siendo catalán”. Pues claro: no se es español en vez de catalán, o andaluz o extremeño: no existe “lo español” sino como suma, mezcla, fermentación y fruto de todo lo anterior y del resto de gentes, tierras, costumbres, culturas e historias de este rinconcito del mundo. Y si alguien no está de acuerdo, que me diga, ¿qué es intrínsecamente español?, ¿la paella?: ¡eso no es español, es valenciano!; ¿las sevillanas, el flamenco?: ¡eso tampoco es español, sino andaluz! Pueden buscarse tantos ejemplos como se quiera, y el resultado siempre es el mismo. El cocido lo que es es madrileño, y el jamón salmantino —bueno, o de Huelva, Teruel y varios rincones más— y Picasso malagueño, Julio Iglesias gallego, Nadal menorquín, Fernando Alonso asturiano, Gasol y Miró barceloneses… ¿Quién o qué es aquí español, y solo español, sin ser además de otro sitio?
Claro que Cataluña puede escindirse de España: acabando con ella, como yo dejaría de ser yo si me privan de mis pulmones, y la humanidad dejaría de ser tal cosa si quedasen excluidos esa cuarta parte de la misma a la que denominamos “negros” (para un biólogo ese concepto de raza es una burrada comparable a llamarle pez a un delfín… aunque ya trataremos eso en otro momento). Habría que buscarle otro nombre a esa “España sin Cataluña” y crear otro Estado diferente, como diferente es Rusia de quien fue la Unión Soviética. Puede pasar, no hay duda ¿Dónde están Checoslovaquia, Yugoslavia, el Imperio Otomano, Roma, Cartago…? Los estados nacen, frutos de tesón e intereses —y casi siempre a sangre y fuego— viven durante un tiempo, y al final se los lleva el viento de la historia. A España le acabará pasando lo mismo, ya sea dentro de otros quinientos años o cuando corresponda.
Solo que una parte de los catalanes, pongamos que la mitad más uno (es decir 3.500.001 personas, que no son pocas, aunque sólo supongan el 7,5% de los 47 millones que sumamos los españoles todos, ellos incluidos), quieren que eso ocurra ya mismo. Es una opción, ya digo. A mí me parece una pésima idea, aunque acepto que a otros no.
Pero lo que me parece inaceptable es la sarta de disparates con la que adornan su propuesta. Y el más grande de todos no es que afirmen que les aguarda un futuro idílico e inminente (con suerte, sólo podrían llegar al improbable Parnaso que persiguen dentro de tres generaciones), sino que pretenden que todos aceptemos que lo único que quieren es “que los españoles sigamos a lo nuestro, y que les dejemos a los catalanes ir a lo suyo” Pero, ¿DE VERDAD NO SE HAN ENTERADO DE QUE “LOS ESPAÑOLES QUE SÓLO SON ESPAÑOLES Y NADA MÁS QUE ESPAÑOLES”, NO EXISTEN?
Frente al disparate anterior, el resto de tergiversaciones históricas y de negaciones de la realidad me parecen poco menos que irrelevantes. Aunque no me resisto a reseñar al menos una, que es de calado:
Declararse unilateralmente independiente es menos que nada. Es como que uno se declare a sí mismo genio, o profeta: si no hay complicidad, si el resto no hace coro, lo acepta, asume y te trata como tal cosa, ni eres profeta, ni genio, ni independiente ni nada de nada. Dicho lo anterior, ¿quiénes creen que los aceptarían como nuevo Estado, unilateralmente declarado? La España mutilada, a la que le quieren arrebatar además otra buena porción (las Baleares, la Comunidad Valencia, parte de Aragón…), sin duda jamás. Francia tampoco (¡pero si también pretenden anexionarse el Roussillon…!). El resto de los socios de la UE sin duda seguirían su ejemplo, pues casi todos también tienen tensiones territoriales que no querrían ver alentadas; y además no son idiotas y saben que una UE de trescientos estados sería inviable. Los aliados más firmes de los países europeos y de la UE tampoco querrían meterse en líos gratuitos, de modo que darían un paso atrás. Y del resto de los países del mundo, ¿quién tendría nada que ganar frente a lo mucho que arriesgarían, enfrentándose a todos los anteriores? En definitiva, ¿qué país del mundo saldría a abrazarlos y darles la bienvenida? ¿Corea del Norte? ¿La República Bolivariana de Venezuela? (sólo por tocar los cojones, les creo capaces) ¿El Estado Islámico? (otro tanto).
Es probable que si todos estamos tan inquietos sea porque nos tememos que toda esta payasada, además del daño inherente a la inestabilidad que ya está haciendo, va a terminar con una frustración y un cabreo tan monumental que podría incluso dar lugar al nacimiento de una ETA a la catalana. Pero las posibilidades reales de que Cataluña se independice por las bravas de España, lo que equivale a decir que la desintegre y liquide, son en la práctica inexistentes. Lo cual no impide que lleguemos a ver episodios pintorescos y esperpénticos, tipo actos solemnes de Declaración Unilateral de Independencia, cuya trascendencia real será equivalente a que yo me suba a un taburete en la plaza de mi pueblo y proclame que soy la reencarnación de Jesucristo.
Imagino que ya seré objeto de odio eterno y merecido por parte de todos los “nacionalistas”. Pero voy a ponerle una guinda más aún al pastel, que lo mismo me acaba costando también el odio de los “españolistas”: sin pretender ahora establecer falsas equidistancias, lo que me parece neolítico y destinado a la extinción —al margen de que aún puedan faltar siglos para que ésta se materialice— es el propio concepto de “nación”. Yo amo a mi mujer, a mi familia, a mi gente, mi tierra. Por lógica, y porque comparto con él muchas más cosas, me siento más cercano de un señor de Lleida que de otro de Múnich, y más de los muniqueses que de los ciudadanos de Tokio, de los que a su vez me siento más cercano que de yanomamis o bosquimanos. Pero no soy capaz de sentir un amor arrebatado por “lo madrileño” que me mueva a defenderlo a capa y espada frente a “lo segoviano” (o sea, los vecinos); sentimiento que puede extenderse a “lo español”, que no me arrebata tanto como para acorazarme frente a “lo europeo”; etcétera, etcétera, etcétera.
Por supuesto que me gusta Madrid, la Sierra de Guadarrama y España; pero estoy convencido de que eso es así porque es lo que mejor conozco y con lo que más fácilmente me identifico. Mi sueño, mi Imagine particular, es que España se acabe disolviendo en la Unión Europea, y que ésta haga lo propio algún día en la Unión Planetaria, como ya se disolvió milenios atrás el clan de mis ancestros en otro aún mayor, y este en algún proto-estado, el cual acabó integrado en un estado mayor, y así sucesivamente hasta alumbrar Castilla, y luego España. Ese es el camino que ha venido siguiendo la humanidad, a todos los niveles, y me da igual que cuatro o cuatro mil millones de personas voten lo que quieran, o que cuatrocientos premios Nobel firmen el manifiesto que se les antoje: el nacionalismo es palos en las ruedas, cuando no abiertamente pasos atrás en el desarrollo evolutivo de la HUMANIDAD.
Os dejo con una imagen de mi país ¿A que es bonito?

lunes, 21 de septiembre de 2015

Resultado del Referéndum: ESPANHA SE INCORPORA À REPÚBLICA FEDERATIVA DO BRASIL…!



Finalizado el escrutinio del Referéndum celebrado ayer en el domicilio de los Ferradas-Sulz, los resultados obtenidos han sido los siguientes:
CENSO TOTAL: 4 Personas
VOTOS EMITIDOS: 4 (100%)
VOTOS AFIRMATIVOS: 3 (75%)
VOTOS NEGATIVOS: 1 (25%)
RESULTADO FINAL: ESPAÑA SE ADHIERE A LA REPÚBLICA FEDERATIVA DO BRASIL.
Los pasillos y los cuartos de la residencia de los Ferradas-Sulz arden de gozo con las celebraciones, las cuales se han contagiado al resto del país, celebrándose por doquier carnavales espontáneos en los que se mezclan los tradicionales colores amarelos, verdes e azuis de la bandera brasileira con los rojos y amarillos del nuevo Estado incorporado a la Federación (incluindo a Espanha, o Brasil já tem 27 Estados, além do Distrito Federal de Brasília)
Este hito histórico merece ser pormenorizado, como seguidamente pasamos a hacer:
Retraso en la comunicación de los resultados
Lo primero de todo queremos pedir disculpas por la tardanza en la publicación de los resultados, la cual fue debida a una caída de la rede. Si, de la rede, no está mal escrito: una rede (pronúnciese “gelli”, con una “g” suave y una “ll” arrastrada y abierta), es lo que en español viene siendo una hamaca, que los Reyes le trajeron el año pasado a mi mujer y que estaba en el jardín entre dos árboles. Mis hijos, en la fiesta de fin de  proceso electoral (aquí no hubo jornada de reflexión; total, para qué, si algunos ya nos pasamos la vida haciéndolo y otros rara vez lo hacen), pues decidieron saltar sobre ella desde lo alto de la mesa, y la pobre rede si vino abajo. No hubo heridos, salvo la propia hamaca, y me costó lo suyo arreglarla antes de que mi mujer se percatara y aquello acabara como la Mandinga de la Aurora, lo cual motivó el retraso de éste comunicado.
Afluencia masiva a las urnas (bueno a la urna, porque solo pusimos una)
La jornada puede ser calificada sin duda de fiesta democrática, con una participación ciudadana ordenada y ejemplar, que alcanzó el 100% del censo. Y eso que la cosa estuvo a punto de no ser así, pues mi hijo el mayor, un virtuoso de la procastinación, estuvo rozando la abstención hasta el último minuto, porque como habíamos puesto la urna en el jardín y el estaba ocupadísimo probando la resistencia del sillón (un día de estos le va a acabar haciendo sangre), le daba muchísima pereza salir, cosa que finalmente hizo para acabar votando como en las finales emocionantes de baloncesto: ya iba el voto por el aire cuando sonaron las señales horarias de las nueve de la noche, que era la hora límite.
Ausencia de incidencias
Como antes adelantábamos, no se produjeron ninguna clase de incidencias, y todo el proceso se desarrolló con el más escrupuloso respeto democrático. Y afirmamos esto porque consideramos que el hecho de que mi hijo el pequeño volara la urna de un balonazo no fue un acto intencionado (es que está practicando el tiro con rosca con la izquierda, por encima de la barrera —en este caso, la urna— y todavía no lo domina), y además se produjo antes de que nadie hubiera introducido aún su voto, de modo que pusimos de nuevo la urna en la mesa, confiscamos por una horas el balón, y listo.
Solicitudes de voto por correo y de ampliación del censo
Han sido numerosas las solicitudes recibidas, tanto para la incorporación de nuevos votantes al censo como para la emisión de voto por correo. En la Junta Electoral Local analizamos detenidamente las solicitudes, y llegamos a la conclusión de que, aunque pudiera haber sido buena idea incluirlas, éstas se recibieron ya en plena campaña, y en esos momento no podían aceptarse, como tampoco pueden realizarse cambios de reglamento a mitad de partido. En todo caso, se está estudiando lo sucedido para evitar que se repita en próximos plebiscitos. Pero que conste que una de las intenciones colaterales de este sufragio era resaltar el hecho diferencial de los Ferradas-Sulz (de verdad, yo eso lo compruebo a diario, sólo con ver a mi mujer y compararla después con el resto de las vecinas: es absolutamente diferente de todas ellas), y con el procedimiento seguido entendemos que ese transcendental e indiscutible hecho se ve justamente destacado.
Respeto de las minorías
No debe olvidarse que nada menos que un 25% del censo (o sea, mi mujer), votó no, y esa población se merece toda la consideración y respeto. Por eso, se establece un periodo de transición —que durará lo que tenga que durar, ya se verá— durante el cual serán simultáneamente vigentes las leyes brasileñas y españolas (ya veremos cómo nos comemos eso… aunque los españoles llevamos ya mucho asumiendo sin despeinarnos contradicciones aún mayores), incluida la oficialidad de ambos idiomas. Es por eso que este comunicado está casi al completo en español.
Consecuencias nacionales e internacionales
Los teléfonos de mi casa no han dejado de echar humo desde la publicación de los resultados. Entre dichas llamadas cabe destacar las siguientes:
  • Dilma Roussef ligou para nos dar as boas-vindas.
  • Su Majestad el Rey, con cierta preocupación, a preguntarme si en mi opinión debía ir a apuntarse al paro, con su padre. Yo le dije que lo tenía que hablar con Dilma, pero que estaba seguro de que siempre habría un sitio en el nuevo Estado para un embajador de buena voluntad como él; y aproveché para sugerirle que le propusiese a Dilma llamarle al estado 27 de la Federación “República Real da Espanha”.
  • Mariano Rajoy, que me dijo “Mireussté: esstass cossass hay que verlas con calma…”, y que volvería a llamarme antes de que acabase el verano… del 2020.
  • Tomás Gómez, empeñado en no-sé-qué de terceras vías… Yo, no muy seguro de estarle entendiendo, le di por si acaso el teléfono de información de RENFE.
  • Pablo Iglesias, que me preguntó que si se puede. Yo le dije que adelante… pero lo cierto es que no sé si al final ha entrado o no, porque con este barullo no es fácil aclararse.
  • Artur Mas… y tengo que reconocer que, según cogí el teléfono, me entró tal ataque de risa que no conseguí enterarme de nada de lo que me decía, y le pedí por favor que llamara de nuevo mañana.
  • Diego Costa, bastante cabreado, para decirme que su abogado nos iba a mandar la factura de lo que le había costado su proceso de nacionalización.
  • Los alcaldes de Calahorra, Soria, Almería, y varios más que ahora no recuerdo, a preguntar si conocíamos alguna buena academia de portugués.



Españolitos y neobrasileños todos: arriba ese ánimo, y ya veréis como al final, sumando, siempre se acaba ganando. De hecho, ya nos estamos planteando en casa convocar pronto otro referéndum… para decidir la adhesión de Brasil a la Unión Europea.
Y recordad que en Brasil todo termina siempre con futebol, cerveja, cachaça e samba… o sea, igual que en España, cambiando apenas la cachaça por chupito de lo que corresponda, y la samba por sevillanas.
¡VIVA BRASIL… Y OLÉ!

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Adelanto del Referéndum de adhesión de España a la República Federativa do Brasil

Como ya anuncié en el caralibro (para los angloparlantes, facebook), está prevista la realización de un referéndum en mi casa, relativo a la adhesión de España a la República Federativa do Brasil. Inicialmente, el día escogido para la consulta era el sábado 26 de septiembre, pero desde la Junta Electoral Central se nos ha instado a cambiar de fecha, para evitar coincidir con la jornada de reflexión de las elecciones autonómicas catalanas.
No estoy seguro de cuál es la razón de fondo que ha motivado la intervención en este asunto de la Junta Electoral Central (en el comunicado que nos remitieron se aludía a posibles interferencias conceptuales entre ambos procesos electorales), pero como en esta casa somos muy respetuosos con la legalidad vigente sea esa la que sea en cada momento pues hemos decidido cambiar la fecha del referéndum, y éste pasará a realizarse EL DOMINGO 20 DE SEPTIEMBRE.


 Fuente: comprarbanderas.es                                             Fuente: definición.de


La campaña electoral se encuentra en todo caso en pleno apogeo. Anoche, mis dos hijos —declarados partidarios del SI— decidieron vestirse con el uniforme de la canarinha y montar un pequeño carnaval en el cuarto de estar; aunque éste duró inevitablemente poco, porque hoy tenían clase y porque su madre —activa militante por el NO— apareció para mandarles a la cama vestida de faralaes, usando su DNI como peineta (sólo hace dos años que lo tiene, y en cuanto puede lo saca), y bailando un extraño hibrido que mezclaba sevillanas, jota y rumba catalana.
Antes, durante la cena, tuvo lugar un profundo y acalorado debate. Yo, desde mi consabida perspectiva poliédrica, argumenté que aunque la pertenecía a la UE ofrecía teóricamente buenas expectativas, lo cierto era que ese club estaba cada vez más en entredicho, por su evidente falta de unión para asuntos clave (ejemplo palmario: la actual crisis de los refugiados), y el empeño de casi todos los países en no ceder soberanía. Por otra parte, también consideraba lógicas las ilusiones que despertaba en nosotros Brasil, nueva potencia emergente sobrada de todo tipo de recursos…
Frente a mi discurso, el mayor de mis hijos ofreció un mensaje mucho más preciso: “Papa: Brasil cinco mundiales y España uno ¿Hacen falta más datos?” El pequeño, aprovechando que salía el tema, preguntó que si se podía hacer algo para que Neimar viniese al Madrid, pero le explicamos que ese asunto tendría que quedar para otro debate.
Mi mujer, que como ya he comentado lidera la opción por el NO, también se extendió algo más que nuestros hijos en sus argumentaciones: que si teníamos una visión idealizada y simple de Brasil, que nada tenían que ver el occidentalizado sur y el africanizado nordeste, que si su ingente riqueza estaba fatal repartida, que si la picaresca popular y la corrupción institucional eran aún varios puntos superiores a lo acostumbrado en Europa… y como resumen, concluyó, a modo de sentencia: “vocês estão querendo pular da frigideira para cair no fogo”. Os lo traduciré, para los que aún no seáis lusoparlantes (cosa que probablemente cambiará pronto) “vosotros estáis queriendo saltar de la sartén para caer en el fuego”.
Como puede comprobarse, los ánimos están bien calientes, aunque en todo momento se respetan los buenos modos y las formas democráticas, las cuales se encuentran en la base del derecho a decidir que sustenta esta consulta.
En breve os daré desde aquí nuevas noticias sobre el Proceso. Y el domingo 20, en primicia, resultados del escrutinio.
Lo dicho: hasta la próxima… si no es antes.
 


lunes, 7 de septiembre de 2015

Si cumples todas las normas... ¿en serio crees que estás a salvo?

Somos muchos, muchísimos: según http://www.worldometers.info/es/, a las 09,25 h del siete de septiembre de 2015 —GMT +01— este planeta cargaba con 7.365.312.459 primates como tú y como yo (justo antes de colgar esto actualizaré el dato, y ya veréis qué barbaridad). Además nuestro comportamiento es extraordinariamente complejo, de modo que no nos queda otra que vivir en un mar de leyes, reglas y normas de comportamiento que afectan absolutamente a todo. A veces —doy por supuesto de que ninguno de vosotros es legislador de profesión— un primer impulso nos mueve a considerar a tales cosas mecanismos ajenos y castradores, artilugios organizativos que “alguien” puso ahí para su propio beneficio y nuestra desgracia. Pero obviamente no es así: todo el aparato organizativo y regulador de nuestra sociedad no es sino una suerte de excrecencia colectiva, uno de los frutos supremos de nuestra especie. Recordad que a ese legislador que antes citaba, y que seguramente no me leerá, fuimos nosotros los que le pusimos ahí, de forma directa o indirecta, y junto con el resto de sus colegas dedica su vida a revisar y afinar constantemente todo el armazón legal que articula nuestra convivencia, con el único objetivo de que ésta sea globalmente mejor.


Y hasta ahí, nada que objetar.
Peeeeero… (el Poliedro, siempre con sus peros), resulta descorazonador comprobar lo asentada que está la infantil idea de que, si pasa algo, lo que sea, o bien se debe a que alguien no cumplió correctamente las normas, o a que la norma correspondiente no estaba bien diseñada.
Un médico actúa para sanar, y no puede encogerse de hombros si se le muere un paciente. Pero sabe que la muerte no es ninguna clase de fracaso personal o del sistema sanitario, sino una consecuencia natural de estar vivo. Su trabajo consiste en posponer su llegada —me refiero a la de la muerte— dando al tiempo la mayor calidad de vida posible a la gente; pero sin caer en la soberbia idiotez de atribuirse la responsabilidad de garantizar a nadie la vida eterna.
Pues lo anterior no parece valer para casi ningún otro ámbito, y tácitamente, se acepta que la lógica aspiración colectiva es que llegue el día en el que no haya ni un solo accidente más, ni de tráfico, ni laboral, ni de ninguna clase. Saldo de la violencia de género, cero. Ascoso escolar o laboral, cero. Ni un solo percance más en encierros (si no se prohíben antes), ni una sola pelea en las fiestas de ningún pueblo. Ni un ahogado en todo el verano. Ni un incendio forestal. Una suerte de paz beatífica cubriendo la totalidad del universo, un lugar perfecto, armónico, seguro e infalible.
Lo dije el otro día, a propósito de lo de centrar la atención en las mafias que trafican con personas —problema que sí podemos vislumbrar cómo atajar— en lugar de hacerlo en las causas de las avalanchas migratorias —tema mucho más complejo— y esto creo que guarda estrecha relación: no es que el Gobierno Mundial en la Sombra alimente la infantil idea de que el grotesco Parnaso al que me refería en el párrafo anterior sea realmente alcanzable; es, simplemente, que las propias normas sociales llevan implícita su presunta infalibilidad. Sólo así, y por eso, son aceptables y aceptadas.
Si las normas de tráfico fuesen opinables, si cada uno pudiera decidir en cada cruce a quién le corresponde la prioridad, la norma en cuestión ya no serviría para nada, de modo que no queda otra que aceptar el código al completo, sí o sí, amén Jesús, nos parezca lo que nos parezca este o aquel detalle del mismo. Aceptamos la regla, la aplicamos, y exigimos a cambio lo que la regla nos ofrece: seguridad, que en este caso sería la prevención de accidentes. El mecanismo se interioriza, se vuelve automático, se extrapola y se generaliza de forma intuitiva ¿Acaso las normas de tráfico, todas juntas, no están destinadas a evitar cualquier tipo de situación de riesgo, y en consecuencia, cualquier posible accidente? Entonces, si todos cumplimos todas y cada una de dichas normas, de forma rigurosa, ¿cómo iban a producirse accidentes? ¡No habría ninguno…! Ahí está, ya lo tenemos: lo razonable es aspirar a que, algún día, cuando las normas sean suficientemente precisas y todo el mundo las cumpla a rajatabla, llegue a haber cero accidentes de tráfico ¿Y porqué quedarse en el tráfico? El razonamiento podría aplicarse igualmente a la navegación aérea, a la marítima, a cualquier actividad laboral… o directamente, a cualquier actividad humana.
Lo anterior, que parece uno de esos silogismos/trampa que acorrala nuestra razón, se desarma sólo por la base, como bien saben los médicos (que por eso luchan a favor de la vida, pero no en contra de la muerte): el problema no son las normas, sino todo lo demás, ya que ni el hombre ni nada del resto de la realidad que le circunda es discreto, digital, síes y noes, ceros y unos (bueno, ya sé que eso no es verdad ni a nivel informático ni a nivel cuántico, pero eso ahora resulta irrelevante) Cada persona es única, y además distinta de quien era ella misma un momento antes, de modo que es imposible establecer ninguna clase de norma (distancia de seguridad, velocidad, señalización, lo que sea), aplicable con carácter universal. Y además al resto del universo le pasa lo mismo, pues tampoco son iguales nunca dos amaneceres, dos olas o dos piedras. En definitiva: las normas son idealizaciones generalistas que cubren la mayor parte de los supuestos… pero jamás todos.
La necesidad de las reglas no es opinable, ya lo decía al principio: tan imprescindible para definirnos es nuestro Código Genético como nuestro Código Civil. Y el hecho de que las reglas se revisen y afinen constantemente (acompañado las mejoras tecnológicas, la aparición de nuevos problemas, etc.), es sin duda una buena idea. Pero una cosa es eso, y otra perder la perspectiva de lo que éstas en realidad son y exigirles infalibilidad, que viene a ser lo mismo que pedirle la inmortalidad a nuestro médico. Yo, personalmente, estoy más que harto de ver cotidianamente situaciones como las siguientes:
  • Cada vez que hay un accidente de tráfico se va de cabeza a ver qué había bebido el conductor, quién no llevaba el cinturón, quién estaba hablando por el móvil… y si no concurren ninguna de dichas circunstancias, se queda todo el mundo perplejo... hasta que algún iluminado propone algún cambio de la normativa: reducir más aún la velocidad, prohibir que los conductores oigan la radio, etc.
  • Cada vez que hay un incendio se busca al correspondiente pirómano; y si es incontestable que no lo hay y que aquello ocurrió por causas naturales, se arremete contra quienes no “limpian el monte” (no me voy a poner ahora el uniforme de ecólogo, pero creedme que el sotobosque y la hojarasca no son “suciedad”), se lamenta lo infradotados que están los medios de extinción, etc.
  • Cuando alguien se ahoga en una playa se analiza sistemáticamente qué hizo mal el ahogado, si no respetó las banderas, si estaba donde no debía, si no había hecho la digestión… Si no se encuentra culpa obvia en la víctima, se arremete contra los socorristas. Y si por ahí tampoco se consigue nada, pues de nuevo perplejidad, y a buscar soluciones normativas: acotar más las zonas para el baño, mejorar los medios técnicos de los servicios de socorro…
  • Todos los casos de Bullying escolar o laborar tienen indefectiblemente los mismos culpables (además de sus responsables directos): los profesores o jefes que no lo detectaron a tiempo o que no actuaron con diligencia; los compañeros que otro tanto… Por lo demás, las leyes que afectan a este tipo de cuestiones siempre están en entredicho, planeando constantemente sobre ellas su posible endurecimiento.
  • Con los casos de maltrato y de violencia de género, igual: la culpa (además, obviamente, del propio agresor), siempre es en parte de la víctima, que no denunció; o de las autoridades, que no se tomaron en serio su denuncia; o de los vecinos, que no prestaron atención a lo que estaba pasando o que no actuaron a tiempo… También a este respecto las modificaciones normativas más restrictivas están siempre a la vuelta de la esquina.
Podrían ponerse mil ejemplos más: accidentes de montaña, naufragios, accidentes deportivos… Siempre el mismo proceso: lo primero es cazar al culpable, que con toda probabilidad será la propia víctima, que no cumplió correctamente con la totalidad de las normas. Y si la cosa no está clara se arremete contra la norma, que obviamente no estaba a la altura, porque de haberlo estado y haber sido correctamente observada, el accidente nunca se habría producido. Retorciendo la realidad un poco —si no queda otra, pues se retuerce y ya está— es casi imposible no dar con alguna clase de temeridad, negligencia o relajo en la aplicación de la norma que permita cargarle la culpa a algo o alguien, para que todos podamos irnos a la cama tan contentos.
Porque ese es el verdadero quid de la cuestión: que todos podamos acostarnos contentos, confiados, seguros de vivir en una maravillosa manada que dispone de reglas para absolutamente todo, y cuyo cumplimiento nos hace invulnerables. Al que le pasó algo, es porque algo hizo mal. Si yo no piso ni una vez fuera de la raya, nada puede pasarme.
El pensamiento anterior es afirmado una y otra vez, desde todos los ángulos. Estuvo en la base de la educación que recibiste y está en la que impartes a tus hijos, aunque lo más probable es que nunca hayas reparado en ello. En el colegio te machacaron con lo mismo, y desde todas las administraciones, entidades políticas y de cualquier otro tipo, jamás han dejado de hacerlo: cumple las normas y todo irá bien. Esa es, unánimemente, la regla número uno de todas las sociedades. Después, cada cual te dirá cuál es la norma correcta, y las reglas podrán variar incluso notablemente según las perspectivas de unos y otros; pero el mandamiento básico de su obligado cumplimiento, no.
Así de libres somos.
Ojo, que no estoy haciendo desde aquí un llamamiento general a la desobediencia civil. De hecho yo suelo cumplir las normas; sobre todo las que tienen que ver con el respeto a los demás. Pero lo que no hago es engañarme pensando que estoy, básicamente, a salvo. No, todo lo contrario: sé que no lo estoy, y esa vulnerabilidad, ese saber que el azar y lo imprevisible está permanentemente ahí me ayudan a saborear intensamente esta vida, de la que también sé que por fortuna ya llevo más de media, pues la idea de la eternidad personal me aterra: ¿cómo puede alguien quererse tanto como para desearse una duración ilimitada? Menudo cansancio y menudo aburrimiento, ¿no…?
Sí, amigos, si: el azar está ahí, y es imprescindible. Tomar precauciones es razonable, pero creerse invulnerable por hacerlo, infantil. El que no quiera escalar que no lo haga, y el que decida hacerlo que primero aprenda, y que use siempre cuerda y casco… cosa que no anulará el riesgo real de despeñarse, cumpla las normas que cumpla. Por cierto que yo ya lo hice: me despeñé, sin duda gracias al azar, y gracias también al azar aquí me tenéis, para contarlo y para continuar perturbando vuestros sueños.
Cuelgo esto en mi blog a las 14,25 del mismo día 7 de septiembre. La fuente del principio dice que ya somos 7.365.357.769. O sea, cuarenta y cinco mil más que hace un rato (como nueve mil congéneres más por hora). Eso sí que es una auténtica bomba de relojería... como ya abordaré en otro momento.