martes, 29 de agosto de 2017

Anacronismos imbéciles

Hay un montón de asuntos sobre los que me apetece hablar, pero como entre pitos y flautas llevo tiempo prestándole a este blog menos atención de la que se merece, pues se me acumula la plancha. He estado pensando incluso en meter una entrada titulada algo así como “cosas que contaros”, que incluyera una lista de asuntos tratables, para consultar vuestra opinión y reordenarla teniendo en cuenta aquello que pudiera suscitar más interés. La lista incluiría cosas del tipo:
-       Internet: ¿una ventana al mundo… o a tu ombligo?: Reflexiones respecto a cómo los buscadores saben ya tanto de nuestras preferencias que dirigen nuestras búsquedas, limitando las posibilidades de que conozcamos cosas realmente nuevas.
-       La legalización planetaria de todas las drogas: Si los niños mendigos de todas las favelas ganaran lo mismo trapicheando con drogas que con sal, no tendrían otra alternativa que ir a la escuela. Ese solo hecho cambiaría a medio plazo la faz del planeta.
-       Los problemas de saber demasiado: Por ejemplo: una vez asumido que “patria” es tan solo una asociación imaginada e históricamente acotada que vincula cierta tierra y cierta gente, apenas una versión agigantada del clan paleolítico… ¿tiene sentido que me emocione cuando la selección española marca un gol?.
-       Qué hacer con la sobredosis de imágenes: Desde que los móviles son pequeños ordenadores portátiles generamos compulsivamente más imágenes de las que somos capaces de gestionar ¿No deberíamos hacer muchas menos fotos? ¿Podría ser una opción incluso renunciar a las fotos y limitarse a vivir intensamente cada momento?
-       El terrorismo como cajón de sastre: El término se ha usado tanto y con tan sesgadas intenciones que hoy en día apenas quiere decir “los malos”. Pensad en a quiénes se refieren cuando usan el término Erdogan, al Ásad, Maduro, Putin, Merckel, Rajoy… Cada “terrorismo” es un problema diferente, y pretender homogeneizarlos es manipulatorio.
-       Contradicciones de la democracia: La democracia es el menos malo de los sistemas políticos inventados hasta la fecha; pero admite mil modulaciones (proporcionalidades, circunscripciones, ámbitos de competencia), y si se aplican las adecuadas podrían minimizarse disparates como el Brexit, el inefable Trump, etc.
Bueno, al final he dejado media docena de asuntos (de entre los mil que pululan por mi cabeza), que a lo mejor algún día se convierten en entradas, con un desarrollo mínimamente aceptable. Lo de consultar su interés no es tan fácil, porque este blog lo armé en un portal que tan solo permite dejar comentarios a quienes también tienen aquí su propio blog (TREMENDO ERROR, en el que no reparé hasta que la cosa ya llevaba tiempo rodando), de forma cualquier encuesta estaría sesgada. Ya le preguntaré a alguien que sepa de la cosa cómo armar alguna suerte de “buzón de sugerencias” específico, y cuando cuelgue la entrada en cuestión, os lo haré saber.
Bueno, acaba la no-entrada y empieza la que toca. Y toca porque anoche oí una noticia que me costó trabajo creer: RETIRAN “LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ” DEL CINE ORPHEUN  DE MEPPHIS, POR SER INSENSIBLE CON LA ESCLAVITUD
Casi me caigo de la silla.
Me van ustedes a perdonar, y ya saben que mi vocabulario no es precisamente escaso, pero me veo necesitado de acudir al palabroterío más visceral para expresar con nitidez mi perplejidad, y de paso desahogarme un poco: ¿Se puede ser más gilipollas? ¿Cabe imaginar una puta mamarrachada más repugnantemente ignorante, un buenismo más nauseabundo, un elevar lo políticamente correcto al abismo más negro de la más peligrosa incultura?
Para los pobres analfabetos que consideraron a esa obra maestra del cine “poco sensible con la esclavitud y paródica con los afroamericanos”, para los cobardes —estos lo mismo no son tan ignorantes, lo que no sé si les absuelve o termina de condenarles— que retiraron la cinta de las pantallas, y para los millones de desorientados que por lo visto han aplaudido la medida, dejo aquí una sencilla definición:
Anacronismo
Del gr. ἀναχρονισμός anachronismós.
1. m. Condición de anacrónico.
2. m. Persona o cosa anacrónicas.
3. m. Error consistente en confundir épocas o situar algo fuera de su época.
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¿Pasamos ahora por el filtro de la actualidad, de los principios y valores de inicios del siglo XXI a todos los que nos precedieron, sus costumbres, moral, obras…? No quedaría títere con cabeza, obviamente. Solo como juego perverso, vamos a ver algunos ejemplos.
George Washington
El venerado y sacrosanto padre de los Estados Unidos de América nació en el seno de una familia de terratenientes de Virginia, y él mismo fue un próspero cultivador de tabaco, en cuyas plantaciones trabajaban varios cientos de esclavos.
¿Un esclavista…? ¿Un cultivador de droga…? … ¿Qué se supone que tenemos que hacer, a ojos de los talibanes de la corrección política y de la aplicación a machamartillo de los valores morales contemporáneos? ¿Retiramos todas sus estatuas? ¿Derribamos el obelisco del National Mall? ¿Reescribimos los libros de historia y los de texto, para ponerle a bajar de un burro?
Aristóteles
El más grande de los filósofos griegos, el padre de la lógica, que es la base de todo el conocimiento científico, fue un aristócrata perfectamente integrado en su sociedad, por lo cual practicó con naturalidad la arraigada tradición de la paiderastia, la relación homosexual entre hombres adultos y adolescentes.
¿Un pederasta…? ¿Aristóteles era un homosexual pedófilo…? ¿Qué hacemos ahora? ¿Silenciamos esa parte de la historia, la negamos o la ocultamos, para poder preservar su inmenso legado… o directamente emprendemos la cruzada santa de derribar sus estatuas y abjurar de él?
La Biblia
El libro de libros, referente central de la religión más extendida del planeta, plasma con total claridad el contexto social de las diferentes culturas que abarca, las cuales comprenden cerca de dos milenios. En todos los casos, dichas culturas se corresponden con férreos patriarcados.
 ¿Que la Biblia es machista…? ¿Qué no respeta la igualdad de derechos de las mujeres? ¿Qué plantea una sociedad segregada, con reparto de roles por sexos en donde las mujeres tienen vetados los relativos a la intelectualidad y el poder…? ¿Qué hacemos ahora? ¿Prohibimos la impresión de ese libro? ¿Lo reescribimos, para que resulte políticamente correcto y no ofenda a nadie?
No se puede ser tan burro para no darse cuenta. Cada época es cada época, y la nuestra no es sino otra más, no el colofón de nada. Con seguridad que lo que ahora nos parece la culminación de la evolución ética y moral humana, dentro de un siglo resultará irrisorio.
La manera en la que nos relacionamos padres e hijos, por ejemplo, se ha ido modulando a lo largo de la historia, y con seguridad seguirá haciéndolo. Lo mismo dentro de una o dos generaciones se regresa a mucha mayor severidad, o lo mismo la cosa evoluciona en otra dirección y las relaciones paterno-filiales se restringen casi exclusivamente a lo emocional, delegando el resto a otros ámbitos.
A nuestros descendientes de comienzos del siglo XXII lo mismo les resultan grotescas cosas que ahora nos parecen sagradas, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Y si miramos un poco más lejos, dentro de uno o dos milenios, cuando la ciencia haya conseguido que la duración de la vida humana se ajuste a parámetros totalmente diferentes de los actuales ¿qué pensarán aquellos seres de nuestras angustias morales en relación con la eutanasia o con el suicidio?
En la no-entrada del principio ya formulaba como posible asunto sobre el que reflexionar las formas de “modular” la democracia. Porque estoy seguro de que la raíz de este contradiós de pretender que la Señorita Escarlata siente en su mesa a Mammy es que los incultos desorientados y fácilmente manejables son muchísimos (en EEUU y en todas partes), y como las reglas del juego dicen que su opinión y su voto vale tanto como la de cualquier otro, hace falta mucho valor para plantarse delante y decirles no. No. Lo siento, pero si las relaciones entre Edipo y Yocasta son incestuosas, pues lo son; pero ni se reescribe Edipo Rey ni deja de representarse. Y al que no le guste, pues que no vaya, y punto.
Si  de los 300 millones de estadounidenses un 20% son negacionistas (esto es, “no creen” en el cambio climático), eso no quiere decir que tal proceso planetario sea verdad solo en un 80 %, sino que en ese rincón del mundo perviven 60 millones de incultos —o de perversamente mal informados— que ignoran la realidad. Seguro que 60 millones de votos son un lote jugoso… pero no se  puede “dar la razón” a quien no la tiene.
Habrá que ver qué se hace para continuar mejorando el nivel cultural medio de la humanidad. Para conseguir que todo el mundo entienda que el mundo finalmente no es plano, que la “teoría de la evolución” no es tal cosa, sino una manera bastante aproximada de explicar lo constatado, comparable a la “ley de la gravedad”, y que anacronismo es colocar algo fuera de contexto y pretender después juzgarlo.

Este escrito, en el hipotético e improbabilísimo caso de que no se disuelva en la nada, seguro que causará carcajadas o indignación dentro de un par de siglos. Y si existieran las máquinas del tiempo y pudiera teletrasportarme con él al pasado, lo más probable es que tanto el texto como yo nos disolviéramos efectivamente en la nada… con la ayuda de una hoguera.