Hay un montón de asuntos
sobre los que me apetece hablar, pero como entre pitos y flautas llevo tiempo
prestándole a este blog menos atención de la que se merece, pues se me acumula
la plancha. He estado pensando incluso en meter una entrada titulada algo así
como “cosas que contaros”, que incluyera una lista de asuntos tratables, para
consultar vuestra opinión y reordenarla teniendo en cuenta aquello que pudiera
suscitar más interés. La lista incluiría cosas del tipo:
-
Internet: ¿una ventana al
mundo… o a tu ombligo?: Reflexiones respecto a cómo los buscadores saben ya tanto de
nuestras preferencias que dirigen nuestras búsquedas, limitando las posibilidades
de que conozcamos cosas realmente nuevas.
-
La legalización planetaria
de todas las drogas: Si los niños mendigos de todas las favelas ganaran lo mismo trapicheando
con drogas que con sal, no tendrían otra alternativa que ir a la escuela. Ese
solo hecho cambiaría a medio plazo la faz del planeta.
-
Los problemas de saber
demasiado:
Por ejemplo: una vez asumido que “patria” es tan solo una asociación imaginada
e históricamente acotada que vincula cierta tierra y cierta gente, apenas una versión
agigantada del clan paleolítico… ¿tiene sentido que me emocione cuando la
selección española marca un gol?.
-
Qué hacer con la
sobredosis de imágenes: Desde que los móviles son pequeños ordenadores portátiles generamos
compulsivamente más imágenes de las que somos capaces de gestionar ¿No deberíamos
hacer muchas menos fotos? ¿Podría ser una opción incluso renunciar a las fotos
y limitarse a vivir intensamente cada momento?
-
El terrorismo como cajón
de sastre:
El término se ha usado tanto y con tan sesgadas intenciones que hoy en día
apenas quiere decir “los malos”. Pensad en a quiénes se refieren cuando usan el
término Erdogan, al Ásad, Maduro, Putin, Merckel, Rajoy… Cada “terrorismo” es
un problema diferente, y pretender homogeneizarlos es manipulatorio.
-
Contradicciones de la
democracia:
La democracia es el menos malo de los sistemas políticos inventados hasta la
fecha; pero admite mil modulaciones (proporcionalidades, circunscripciones, ámbitos
de competencia), y si se aplican las adecuadas podrían minimizarse disparates
como el Brexit, el inefable Trump, etc.
Bueno, al final he dejado
media docena de asuntos (de entre los mil que pululan por mi cabeza), que a lo
mejor algún día se convierten en entradas, con un desarrollo mínimamente
aceptable. Lo de consultar su interés no es tan fácil, porque este blog lo armé
en un portal que tan solo permite dejar comentarios a quienes también tienen
aquí su propio blog (TREMENDO ERROR, en el que no reparé hasta que la cosa ya
llevaba tiempo rodando), de forma cualquier encuesta estaría sesgada. Ya le
preguntaré a alguien que sepa de la cosa cómo armar alguna suerte de “buzón de
sugerencias” específico, y cuando cuelgue la entrada en cuestión, os lo haré
saber.
Bueno, acaba la no-entrada
y empieza la que toca. Y toca porque anoche oí una noticia que me costó trabajo
creer: RETIRAN “LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ” DEL CINE ORPHEUN DE MEPPHIS, POR SER INSENSIBLE CON LA ESCLAVITUD
Casi me caigo de la silla.
Me van ustedes a perdonar,
y ya saben que mi vocabulario no es precisamente escaso, pero me veo necesitado
de acudir al palabroterío más visceral para expresar con nitidez mi
perplejidad, y de paso desahogarme un poco: ¿Se puede ser más gilipollas? ¿Cabe
imaginar una puta mamarrachada más repugnantemente ignorante, un buenismo más nauseabundo,
un elevar lo políticamente correcto al abismo más negro de la más peligrosa
incultura?
Para los pobres
analfabetos que consideraron a esa obra maestra del cine “poco sensible con la esclavitud
y paródica con los afroamericanos”, para los cobardes —estos lo mismo no son
tan ignorantes, lo que no sé si les absuelve o termina de condenarles— que
retiraron la cinta de las pantallas, y para los millones de desorientados que
por lo visto han aplaudido la medida, dejo aquí una sencilla definición:
Anacronismo
Del gr. ἀναχρονισμός anachronismós.
1. m. Condición de anacrónico.
2. m. Persona o cosa anacrónicas.
3. m. Error consistente en confundir épocas o situar algo fuera de su época.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados
¿Pasamos ahora por el
filtro de la actualidad, de los principios y valores de inicios del siglo XXI a
todos los que nos precedieron, sus costumbres, moral, obras…? No quedaría
títere con cabeza, obviamente. Solo como juego perverso, vamos a ver algunos
ejemplos.
George Washington
El venerado y sacrosanto
padre de los Estados Unidos de América nació en el seno de una familia de
terratenientes de Virginia, y él mismo fue un próspero cultivador de tabaco,
en cuyas plantaciones trabajaban varios cientos de esclavos.
¿Un esclavista…? ¿Un
cultivador de droga…? … ¿Qué se supone que tenemos que hacer, a ojos de los
talibanes de la corrección política y de la aplicación a machamartillo de los valores
morales contemporáneos? ¿Retiramos todas sus estatuas? ¿Derribamos el obelisco
del National Mall? ¿Reescribimos los libros de historia y los de texto, para ponerle
a bajar de un burro?
Aristóteles
El más grande de los
filósofos griegos, el padre de la lógica, que es la base de todo el
conocimiento científico, fue un aristócrata perfectamente integrado en su
sociedad, por lo cual practicó con naturalidad la arraigada tradición de la paiderastia, la relación homosexual
entre hombres adultos y adolescentes.
¿Un pederasta…?
¿Aristóteles era un homosexual pedófilo…? ¿Qué hacemos ahora? ¿Silenciamos esa
parte de la historia, la negamos o la ocultamos, para poder preservar su
inmenso legado… o directamente emprendemos la cruzada santa de derribar sus
estatuas y abjurar de él?
La Biblia
El libro de libros, referente
central de la religión más extendida del planeta, plasma con total claridad el
contexto social de las diferentes culturas que abarca, las cuales comprenden
cerca de dos milenios. En todos los casos, dichas culturas se corresponden con
férreos patriarcados.
¿Que la Biblia es machista…?
¿Qué no respeta la igualdad de derechos de las mujeres? ¿Qué plantea una
sociedad segregada, con reparto de roles por sexos en donde las mujeres tienen
vetados los relativos a la intelectualidad y el poder…? ¿Qué hacemos ahora?
¿Prohibimos la impresión de ese libro? ¿Lo reescribimos, para que resulte políticamente
correcto y no ofenda a nadie?
No se puede ser tan burro
para no darse cuenta. Cada época es cada época, y la nuestra no es sino otra
más, no el colofón de nada. Con seguridad que lo que ahora nos parece la
culminación de la evolución ética y moral humana, dentro de un siglo resultará
irrisorio.
La manera en la que nos
relacionamos padres e hijos, por ejemplo, se ha ido modulando a lo largo de la
historia, y con seguridad seguirá haciéndolo. Lo mismo dentro de una o dos
generaciones se regresa a mucha mayor severidad, o lo mismo la cosa evoluciona
en otra dirección y las relaciones paterno-filiales se restringen casi
exclusivamente a lo emocional, delegando el resto a otros ámbitos.
A nuestros descendientes
de comienzos del siglo XXII lo mismo les resultan grotescas cosas que ahora nos
parecen sagradas, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Y si miramos un poco más
lejos, dentro de uno o dos milenios, cuando la ciencia haya conseguido que la
duración de la vida humana se ajuste a parámetros totalmente diferentes de los
actuales ¿qué pensarán aquellos seres de nuestras angustias morales en
relación con la eutanasia o con el suicidio?
En la no-entrada del
principio ya formulaba como posible asunto sobre el que reflexionar las
formas de “modular” la democracia. Porque estoy seguro de que la raíz de este
contradiós de pretender que la Señorita Escarlata siente en su mesa a Mammy es
que los incultos desorientados y fácilmente manejables son muchísimos (en EEUU
y en todas partes), y como las reglas del juego dicen que su opinión y su voto vale
tanto como la de cualquier otro, hace falta mucho valor para plantarse delante
y decirles no. No. Lo siento, pero si las relaciones entre Edipo y Yocasta son incestuosas, pues lo son; pero ni se reescribe Edipo Rey ni deja de representarse. Y al que no le guste, pues que no vaya, y punto.
Si de los 300
millones de estadounidenses un 20% son negacionistas (esto es, “no creen” en el
cambio climático), eso no quiere decir que tal proceso planetario sea verdad
solo en un 80 %, sino que en ese rincón del mundo perviven 60 millones de incultos
—o de perversamente mal informados— que ignoran la realidad. Seguro que 60
millones de votos son un lote jugoso… pero no se puede “dar la razón” a quien no la tiene.
Habrá que ver qué se hace
para continuar mejorando el nivel cultural medio de la humanidad. Para
conseguir que todo el mundo entienda que el mundo finalmente no es plano, que
la “teoría de la evolución” no es tal cosa, sino una manera bastante aproximada
de explicar lo constatado, comparable a la “ley de la gravedad”, y que anacronismo
es colocar algo fuera de contexto y pretender después juzgarlo.
Este escrito, en el
hipotético e improbabilísimo caso de que no se disuelva en la nada, seguro que
causará carcajadas o indignación dentro de un par de siglos. Y si existieran
las máquinas del tiempo y pudiera teletrasportarme con él al pasado, lo más
probable es que tanto el texto como yo nos disolviéramos efectivamente en la
nada… con la ayuda de una hoguera.