Llegará
ese día. No está escrito, no nos hagamos líos. Pero está ahí, más cerca de lo
que crees. Confío, te deseo, que sea una sorpresa. Algo inesperado, como esas
resoluciones administrativas que acaban por fin con un largo pleito, o como ese
día despejado y caluroso que clausura un invierno que ya duraba demasiado. Hay más
opciones, pero seguramente no son mejores. Que te pille como un “¿Ya…? Pues por
fin…”. Y a ello.
Entonces, en contra de todas las recomendaciones literarias y
cinematográficas, iras hacia la luz. Yo ya he ido… pero solo los primeros
metros, apenas hasta la puerta del tobogán, bastante antes de cuando no toca
decidir nada más. Si pasas de ahí, si vas definitivamente hacia la luz, sea una
sorpresa, una bendición o una putada, poco importa, te cuento lo que va a
pasar. Estoy seguro de cómo empieza, no de cómo acaba:
A mitad de mullida bajada, flotando en esa confortable nube que no
requiere decisiones, se presentará ante ti el Ángel Contable. No te dará tiempo
a ponerle cara ni nada, no hará falta, tan desconcertado como te dejará su
presencia. Y más aún sus preguntas. Llevará, cuenta con ello, algo parecido a
un folio muy grande y un bolígrafo (antes llevaba tablillas o pergaminos. Lo
mismo a ti te entra con una tablet, o con el dispositivo que entonces
corresponda), el cual dividirá con una ralla vertical, y dirigiendo su
artilugio de consignar al ángulo superior izquierdo, te preguntará:
- Disculpa: a lo largo de tu vida ¿cuántas veces te has corrido?
¿Cuántas te reíste a carcajadas? ¿Cuántas comprendiste que estabas aprendiendo
algo? ¿Cuántas veces te sentiste en casa? ¿Cuántas tu alma se conectó con otra
alma? ¿Cuántas nada te importó nada, porque todo era correcto? ¿Cuántas
compartiste alegría? ¿Cuántas veces aceptaste que nunca habías estado solo, que
tu vida no era solo tuya, que tú y los demás, y el TODO, no eran sino
particularizaciones de lo mismo…? No pongas esa cara, no te voy a preguntar que
cuantas veces hiciste el bien o que cuántos de tus actos los movió el
altruismo. Los que estamos de este lado sabemos de sobra que tus actos más
desinteresados pueden haber dado en mierda, y que acciones que hiciste al
descuido, sin prestar atención, han podido ser la mejor noticia para alguien a
quien nunca conocerás. La voluntad es impura, tendenciosa y limitada. El
corazón, no.
Aunque creas que no recuerdas apenas nada de lo que te está
preguntando, te equivocas. Si dejas de hacer memoria, los recuerdos acuden en
cascada, y antes de bajar tres peldaños más por el tobogán de nubes, el Ángel
Contable tendrá ya su primera lista completada. A continuación, y apuntando al
otro lado de su lienzo en blanco, continuará su entrevista.
- Y… ¿cuántas veces sentiste miedo? ¿Cuántas deseaste algo malo a
alguien? ¿Cuántas todo te pareció equivocado e inútil? ¿Cuántas creíste que
estabas malgastando tu vida, que por ahí no era, que transitabas el camino
equivocado? ¿Cuántas deseaste descargar tu frustración sobre quien fuera o lo
que fuera, qué más daba? ¿Cuántas nada te importó nada? ¿Llegaste a desear no
haber nacido? No te preguntaré que cuantas veces hiciste el mal o que cuántos
de tus actos fueron fruto del egoísmo. Los que estamos de este lado sabemos de
sobra que tus actos más ruines pueden haber dado en nada, y que acciones que
hiciste al descuido, sin prestar atención, han podido ser la mayor desgracia
para alguien a quien nunca conocerás. La voluntad es impura, tendenciosa y
limitada. El corazón, no.
Tres peldaños de nubes más abajo, y aún a mitad de tobogán, el
Ángel Contable trazará dos rayas debajo de sus listas, realizará con asombrosa
rapidez las cuentas correspondientes y te informará del veredicto:
- Amigo mío, el resultado es 60% de bonito y 40% de feo…
O tal vez sea al revés. O lo mismo la proporción sea 80/20, o
50/50… Cada cual hace su propio recorrido, el rango de variación es de 0 a 100
para ambas partes del inventario.
Quieras o no, ante la evidencia del resultado, tus labios
adquirirán cierta dulzura… o cierta amargura. Superarán a la más inimaginable
de las mieles, o destilarán más angustia que la noche de todos los
arrepentimientos.
Cuando te vuelvas en busca de tu examinador, ya sea para celebrar
tu nota o para pedir la revisión del examen, no estará allí. Acaso pienses,
fugazmente, que todo ha sido una farsa, una emboscada, que nada de esto está
pasando, que ha sido una argucia de tu subconsciente. O de tu cerebro, que se
está desenchufando.
Pero lo cierto es que el tobogán se estará entonces terminando,
que estarás a punto de llegar al principio del resto. Y nada podrá evitar que
llegues allí con ese sabor en tus labios.
No me preguntéis cómo sigue la cosa, como… ¿acaba? Ya os he dicho
que solo he estado al principio del tobogán, desde donde no puedes ver a dónde
llega. Pero, de que acabaréis cogiéndolo, que tocará inventario y que de ahí
saldrá el sabor de boca final con el que os iréis de aquí, yo que vosotros no
dudaría.
Y cuanto mayor sea la dulzura de vuestra boca el día del adiós,
mayor será la de los que dejáis aquí…