Aquí os dejo "Aniversario", uno de los cuentos integrados en la compilación titulada Desasosiego, la cual está disponible a través de Bubok.
lunes, 10 de marzo de 2014
domingo, 2 de marzo de 2014
LOS ESCRITOS DEL MÚSICO. Capítulo 1
Tal como os adelanté, tenéis aquí a vuestra disposición el primer capítulo de la novela Los Escritos del Músico.
LOS ESCRITOS DEL MÚSICO: El making of
Los Escritos del
Músico es, por el momento, mi única novela publicada. Aunque hay borradores y
galeradas sucesivas pululando por aquí y por allá desde hace una década, lo
cierto es que sólo existe una edición reciente –poco más de un año- debidamente
editada y disponible a través de BUBOK.
Aquí os adjunto, además de la cubierta (que incluye una breve referencia: haz click sobre la imagen para verla), su
primer capítulo, por aquello de engatusaros y tentaros. Pero además de lo
anterior, voy a aprovechar para haceros una breve crónica de su singular
gestación, que no fue precisamente breve.
A comienzos de
los 90 tuve un brutal accidente de coche, que me dejó varado cosa de un año.
Tras la primera y dura etapa, ocupada básicamente por asuntos traumatológicos, empecé
a escribir una narración ambientada en una India mitológica, que abordaba la
evolución emocional y espiritual de un joven inconformista. Sí, tenéis razón: la trigésimo nona versión del
Siddartha de Hesse. El caso es que a mí también me lo pareció, por lo que la
historia, literaria y literalmente hablando, se fue al cajón. Pero el mismo
argumento empecé a desarrollarlo al tiempo musicalmente, componiendo dos suites
encadenadas estructuradas como poemas sinfónicos, aunque de alcance menor,
dadas mis limitaciones y posibilidades. En definitiva: algo más cerca de Mike
Oldfield –y gracias- que de Liszt o Debussy. Aún con todo, la tarea resultó
ser bastante exigente, por lo que sólo
conseguí armar suite y media.
Algunos años
después de lo anterior retomé el asunto, decidido a darle otro enfoque. Para
empezar, yo no conocía en realidad más que de oídas los ambientes en donde
pretendía situar la historia; y para concluir, y lo que era mucho más
sustantivo, las angustias y esperanzas que pretendía tratar no eran en realidad
las de un personaje imaginario e intemporal, sino las de un urbanita occidental
de fin de siglo. Y como una iluminación, me vino una idea aún más ambiciosa
para estructurar toda la historia: Construiría un laberinto con distintos
niveles (ambientes, personajes, motivaciones...), aunque todos ellos
interconectados, tanto por el sustrato universal de las emociones subyacentes
como por alguna suerte de hilo mágico conductor. Si el planteamiento de partida
era ambicioso y complejo, éste ya para qué os voy a contar. Para intentarlo,
necesitaba concentrarme en el proyecto y dedicarle un montón de tiempo, cosa de
la que andaba escaso. Y entonces, la diosa Fortuna se apiadó de nuevo de mi (ya
sé que es viejo, pero viene al caso: cuidadito con lo que soñáis…), regalándome
otro espectacular siniestro: me despeñé escalando.
Aquello fue muy
gordo, de modo que ya habrá ocasión para retomarlo; pero por lo que respecta a
la novela, que es de lo que aquí se trata, lo que aportó fue una expansión
brutal de perspectiva (eso de visitar la muerte y volver es lo que tiene), y
otro nuevo puñado de meses de convalecencia. Y durante ellos, aproveché para
terminar la novela, según entrábamos en el siglo XXI. Culminado el parto, fabriqué
de modo casero media docena de ejemplares de la nueva criatura, y me dediqué a
presentársela a familiares y amigos. Luego empezó el calvario de los concursos,
de llamar a puertas y sentirte como uno de esos asentadores de seguros o de
biblias que tanto odiamos todos. Patético, de modo que directamente desistí, y
la cosa se fue de nuevo al cajón.
Pero casi otra
década después, y gracias a las alternativas que nos ofrece la vida moderna,
como este blog o la posibilidad de autoeditarte (el progreso no es malo de
suyo, aunque requiera desbrozar bastante), pues tres manitas de relectura (impagable
el trabajo corrector de mi amigo –y músico extraordinario- Juan San Martín, y
de mi hija –y actriz no menos extraordinaria- Irene Ferradas), et…voilà!.
Y ya sin más
dilación, ahí os dejo la arrancada de la cosa. Como ya os he avisado se trata
de un laberinto multinivel, que incluye recortes de partituras de la versión
musical de la historia (no son dibujitos: es música real), y una buena cantidad
de sorpresas, de modo que lo que vais a leer es solo la intro de un viaje que,
los que lo han hecho –y ya no son sólo familiares y amigos- han venido más que
satisfechos.
Lo dicho. Y ya me
contaréis a la vuelta…
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Después de más de medio siglo de itinerario, mente inquieta,
corazón intenso, curiosidad y memoria a partes iguales, me doy cuenta de que
nada tienen que ver conocimiento y felicidad. Antes al contrario, lo primero
parece una traba para lo segundo, pues la perspectiva –y cuanto más variada,
peor- tiende a empujarnos al desengaño, a la pesadumbre.
Me curé, según salía de la adolescencia, de la adorable
ingenuidad de equiparar altruismo y bien. Algunos años después de otra simplificación
igual de cándida, la de considerar que el bien era de alguna manera nuestra
justificación o destino. Desde entonces, en algún lugar al fondo de mi
cabeza resuena demoledor mi admirado Vicente Huidrobro: “La
conciencia es amargura, la inteligencia decepción”.
El chileno, imbuido de los criterios surrealistas de su tiempo, remataba aquello
con “Sólo en las afueras de la vida se
puede plantar una pequeña ilusión”. Durante mucho tiempo pensé que acaso
tuviera razón; pero finalmente entendí que esa razón no me valía.
Este blog, desde mi óptica de dinosaurio contemporáneo,
es un intento de solución a la encrucijada anterior. Y la opción se llama,
simplemente, compartir: ¿Y si, en lugar de maldecir o agazaparnos en la concha,
nos lo contamos, a ver qué pasa? Mira tú que si, por encima de la amargura y la
decepción, obviando que el bien no nos espera inexorable y que no somos
parodias bastardas de ángeles defectuosos, resulta que la inteligencia
compartida va y hace que el viaje, como mínimo, merezca la pena…
¿Lo intentamos?
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