Todos somos poliedros
La mano que de mañana afianza a tu
hijo
es la misma que hará temblar de noche
a tu amante.
Mano tendida, regalo.
Mano crispada, amenaza.
Todos somos poliedros.
Boca que besa, que sonríe,
reza, blasfema,
acaricia, desgarra.
Es tu boca,
la misma boca:
máquina perfecta para la entrega o el
ataque.
Tu brazo empuja y renuncia,
sujeta y desiste.
Miras y amueblas el mundo.
Miras y fulminas.
Todo eso eres
No te aferres a tu versión más eficaz,
a la más consensuada.
El blanco y negro
es el territorio de los mediocres,
la gramática de los cobardes
desbordados por la policromía de la
vida.
Porque la alternativa no son los
grises,
por más infinita que sea su gama,
sino el malva del crepúsculo y el
naranja del amanecer
el verde selva, el blanco nieve, el
blanco sábana,
los mil azules de mis ojos cuando te
miro y sonrío,
los mil marrones de los tuyos
cuando me devuelves la sonrisa
sabiendo lo que yo apenas sospecho.
Todos somos poliedros,
y el equilibrio
acaso consista tan solo en usar en
cada momento
nuestro lado correcto.
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