De las fiestas navideñas, mi preferida
de largo es la de los Reyes Magos. Noche Buena y Navidad son encuentros familiares, lo que
siempre es grato… aunque a veces no sea precisamente sencillo. Es el momento de
cantar villancicos, comer mucho y bien, y todo eso. Fin de Año es la fiesta menos
familiar de todas esas celebraciones, y según la etapa de tu vida en la que te encuentres, puede ser el día de armarla con tus amigos, el del encuentro romántico con tu
pareja, o el de hacer un viaje para que la cosa te pille en un lugar insólito.
La
fiesta de Reyes, al margen de que sea algo casi exclusivo del mundo hispano, en
casi todas partes es una celebración totalmente centrada en los niños.
Obviamente, en mi casa los niños también son el alma de la fiesta. Pero en
mi familia la celebramos de una forma realmente especial, distinta de todo lo
que yo he llegado a conocer. Los elementos básicos son los mismos; pero dos o
tres matices y ritos peculiares convierten aquello en algo realmente único.
Todo aquél que lo ha llegado a conocer ha quedado sorprendido y encantado. Aunque,
advierto desde ya, se trata de una fiesta absolutamente exclusiva, en la que
sólo se puede participar si se hace plenamente: no se admiten visitas, bajo
ninguna circunstancia, y este extremo nos ha costado algún que otro
desencuentro con amigos o similares que han intentado ocasionalmente apuntarse.
La fiesta de Reyes de los Ferradas no
es un secreto, y los que la celebramos le hemos contado la mecánica de la cosa a muchísima gente. Pero
tengo que reconocer que, hacerlo ahora aquí, vox populi, me da un pelín de
pudor. En fin, vamos a ello. Y el que quiera, que intente hacer algo parecido.
Ya verá como no se arrepiente.
Lo primero que tengo que señalar es
que no sé de dónde viene esta tradición familiar. Es decir, de dónde viene esta
modalidad. Sí sé que, como mínimo, los Reyes se celebran así en mi familia
desde hace algo más de 50 años. No sé si antes era igual, o sólo parecido, pero
no importa.
Los elementos básicos de la historia,
son los siguientes:
- Todos
nos regalamos a todos, a excepción de los niños
pequeños, claro. Cada núcleo familiar (los Ferradas García por aquí, los Suarez
Ferradas por allá, etc.), suele constar de entre ocho y doce personas, de modo
que a cada cual le toca hacer ese número de regalos, conforme a su presupuesto,
y también son los regalos que recibirá como mínimo, pues a veces hay quien hace más de un regalo a alguien en concreto. Todos regalamos
a todos (aunque sean regalos de un euro, eso no importa), desde el año en que
nos enteramos de que los Reyes no son unas realidades misteriosas, sino la
gente que te quiere. Nada menos.
- Con
días de antelación, se hacen saber —o se indagan— los deseos, necesidades y
preferencias de cada cual, ya sé mediante las célebres cartas, preguntando,
comentando, etc. Aquello acaba convirtiéndose lógicamente en una película de
espías, intercambiando todos de forma cruzada un montón de información para no
repetir regalos, para aclarar dudas, etc.
- Todo
ha de ser absolutamente secreto, por sorpresa. Vale intrigar, dar pistas falsas
de todo tipo, inventarse lo más insólito… Pero nadie debe saber a ciencia
cierta qué es lo que va a encontrarse la mañana del día 6.
La mecánica de la cosa, es la siguiente:
- Si
aún quedan niños pequeños en la casa en donde se celebran los Reyes, se hace lo
que corresponda para que ese día estén rendidos y se acuesten temprano.
- El
anfitrión debe tener preparado, en un cuarto discreto, bolsas grandes con el
nombre de los participantes. Además, obviamente, de cantidades generosas de
bebida y algo de picar, en la cocina o en la zona de avituallamiento que se
halla habilitado a tal fin.
- En
el salón de la casa, el anfitrión tiene que colocar –como en un anfiteatro–
sillas, sillones, mesas o lo que corresponda, para que haya tantos espacios
como participantes. Y para saber cuál es el espacio de cada cual, se
colocan delante los correspondientes zapatos.
- Los
participantes, según van llegando, se dirigen al cuarto de las bolsas y meten
allí, separadamente, los regalos. Después
colocan los zapatos que han traído específicamente para ello frente a la silla,
sillón o trozo de mesa que se les haya asignado. Luego se van a la cocina y hala,
a comer, beber, bromear e intrigar sobre los regalos, diciendo de todo menos la
verdad.
- A
medida que llega gente las bolsas se van llenando de regalos, al igual que la cocina
de juerga; aunque lo más contenida que se puede, por aquello de los niños.
- Cuando
ya está todo en las bolsas, y los pequeños están con seguridad dormidos, empieza
la colocación de los regalos, comenzando por los niños: se traen las bolsas y
se van colocando en su sitio como si se tratase del más deslumbrante escaparate.
- Después
tiene que salir un voluntario, acaso el más cansado, el más mayor, o el más “nuevo”
(por ejemplo: una pareja de reciente incorporación al clan), al que se le manda
a la cocina a seguir tomando y a esperar, mientras el resto le arma su
escaparate.
- Uno
a uno, se van armando los escaparates, y la cocina va aumentando su
concurrencia. De cuando en cuando, es casi obligatorio que uno de los que está
armando escaparates se acerque a la cocina a intrigar, a dar pistas falsas sobre el número
de regalos de éste o aquél, sobre lo bonita que es tal o cual cosa, que sin
duda cambiaría por cualquiera de las suyas, etc.
- Cuando
al final sólo quedan dos, uno de ellos sale, y el otro coloca sus regalos.
Después, los cubre con una sábana y sale él. El que había salido primero entra,
y sin ver sus regalos (cubiertos por la sábana), coloca los del que acaba de
salir.
- Tras
finalizar la colocación, se toma la última cerveza en la cocina, se bromea e
intriga, y se pacta la hora razonable de entrar a ver los regalos, al día
siguiente.
- A
la hora pactada, se reúnen todos los participantes y se ponen en fila india
delante de la puerta del salón, por riguroso orden de estatura.
- Se
abre la puerta y… ¡magia!: los Reyes han traído un montón de regalos para todos…
- Después
de ver cada cual lo suyo y lo de los demás, de probarse ropas, poner a
funcionar juguetes, etc., se toma un buen desayuno con Roscón de Reyes, y hasta
el año siguiente.
Espero que este año hayáis sido todos
muy buenos y los Reyes os traigan muchos regalos. Y por si a Sus Majestades no
se les ocurre nada, aquí os dejo un par de ideas:
Seguro que la mayoría de los que aquí os
asomáis no habéis leido las primera entradas que colgué en este blog. A mí me
pasa: cuando doy con algún blog interesante rara
vez me asomo a entradas muy antiguas, salvo que esté buscando algo en concreto.
Pues entre mis primeras entradas se encuentran
referencias a dos libros que tengo publicados y que podrían ser un magnífico
regalo para estas fiestas. Se tratan de la novela Los
escritos del músico, y del conjunto de relatos Desasosiego.
La novela narra un viaje interior, con
un pie en la esperanza y otro en esa cobardía que hace que nuestros sueños parezcan
más inalcanzables de lo que son.
Y los cuentos —18 en total— describen
situaciones y sucesos diversos, engarzados por un hilo sutil de inquietud, un destemple
del alma que nos conecta con dimensiones secretas de la existencia, evidenciando
que la diferencia entre lo mágico y lo real la mayoría de las veces es tan sólo
una cuestión de enfoque.