(AVISO PREVIO: AL EMPEZAR A ESCRIBIR
CREÍA QUE ESTO IBA A SER MERAMENTE ERÓTICO-FESTIVO, PERO ME HA ACABADO SALIENDO
ALGO MUCHO MÁS SERIO... AUNQUE AL FINAL, AFLOJA. LO DIGO POR SI ACASO. Y ¡FELICES FIESTAS…!)
Para empezar, no me digáis que lo de “Gran
Marrano” no es mil veces mejor que esa cursilada infantil de “Adán y Eva”. Aunque,
bien pensado, su título tiene sentido, pues un producto como ese precisa una
denominación a la altura de sus usuarios: preadolescentes mentales con una
ignorancia enciclopédica, anclados seguramente de por vida en el nivel de “caca-culo-pedo-pis”.
Pero “Gran Marrano” es muchísimo más redondo, ¿a que sí?
Me refiero, obviamente (y lo digo para
los que me leéis desde fuera de España, porque aquí no creo que quede nadie que
no tenga, como mínimo, oído hablar de la historia), a esa nueva versión de Gran
Hermano que se emite desde hace un par de meses en la 4, y cuya deslumbrante
singularidad es que los participantes/actores/concursantes van en pelota
picada. Por cierto, que Telecinco (4 y 5 son cadenas del mismo grupo), que es
la propietaria en España de la franquicia Gran Hermano, tiene en emisión la
decimoquinta edición de su sow. Quince años ya, qué barbaridad. Por aquel
entonces yo ya tenía 40, pero el impacto que me llevé fue muy potente; aunque,
claro, la culpa fue mía: ¿quién me mandará a mí leer? Como pude en su momento
comprobar, eran en realidad muy pocos quienes habían leído 1984… obviando al
50% de españoles que no lee. Si ese dato estadístico es correcto (lo he sacado
de www.federacioneditores.org), querría decir que la mitad de los
españoles sí son lectores, cosa que tampoco está tan mal. Yo creía que éramos
menos.
Bueno regresando al meollo de la cosa,
es necesario un aviso importante: SE APROXIMA UN ALUD DE SPOILERS EN RELACIÓN
CON 1984, DE MODO QUE EL QUE PIENSE LEER LA NOVELA, O VER LA PELÍCULA, QUE NO
SIGA Y QUE REGRESE OTRO DÍA.
En este caso, y a diferencia de
lo que suele ser habitual, la película basada en la novela, dirigida en 1984
—cuándo, si no— por Michael Radford y protagonizada por John Hurth, es abiertamente
recomendable. Como pasa siempre, se deja un buen número de cosas fuera, pero
conserva lo esencial y lo plasma de forma totalmente convincente. Muy buena. A
quien no lo haya hecho, le recomiendo que se lea el libro, y que luego vea la
película. Y algún tiempo después, que regrese aquí, a compartir mis reflexiones.
Pero ahora, ¡HUID, QUE OS LA DESTRIPO…!
Para mí, que un espacio televisivo de
ocio, un reality, se titulase “Gran Hermano” era comparable a que se llamase “Las duchas de Auswitch” o “Vacaciones en el Gulag” ¿Era posible
que alguien no supiera que 1984 reflejaba el peor de los infiernos imaginables
para la sociedad humana? ¿De verdad que alguien le había puesto a un juguete de
hacer galletas, “Aprende a cocinar con Anibal
Lecter” ? Pues al parecer, así era.. Y lo más brutal de todo: al margen de que el programa
estuviera –y siga estando- destinado a analfabetos funcionales, su
enjundia consistía y consiste en considerar divertida una de las más terribles
monstruosidades vaticinadas por la novela: la desaparición total y absoluta de
la intimidad.
1984 es, probablemente, la distopía más
genial parida hasta la fecha. Lo es sin duda para mí; pero mi conocimiento es
obviamente limitado, además de que no sé inglés, y la literatura sólo puede evaluarse
correctamente sin la intermediación de traductores. Pero al margen de mi
criterio, esta obra es aclamada universalmente por multitud de razones,
incluidas las conceptuales, que son las que ahora y aquí más interesan.
George Orwen fue un brillante y
reconocido periodista y escritor británico, y 1984 es sin duda su obra cumbre. La
escribió finalizando la segunda guerra mundial, y se publicó en el 48 —sí: 84 al
revés— dos años antes de su muerte. La composición de lugar que acaso el bueno
de George se hizo al conceptuarla, pudo ser algo así: “El mundo entero se une para derrotar al fascismo… y resulta que quien
lo derrota es una dictadura equivalente”. Porque la obra trata básicamente
de eso, de un futuro hipotético en el que la humanidad entera se encuentra dividida
en tres grandes bloques dictatoriales, en guerra permanente.
El propio Orwen confesó que no creía
que el mundo pudiese nunca llegar a convertirse en lo que planteaba en su
novela; pero sí creía que algunas de las cosas que en ella se contaban podían
llegar a suceder. A la vista está su tino… aunque eso requeriría de un análisis
que aquí no cabe. Pero a lo que no me resisto es a, al menos, reseñar diez de las
ideas contenidas en el libro (haciendo un gran esfuerzo, me centraré en lo más
gordo), cuya monstruosa profundidad daría para escribir tratados enteros.
Sentarse y sujetarse, que empiezo:
Doblepensar
En la sociedad de 1984, desde la
infancia se enseña a los individuos a pensar de forma abierta y no concluyente.
Una especie de sofismo global que posibilita creer absolutamente en algo, y al
mismo tiempo en lo contrario, según cómo se planteen las cosas. Según como se
planteen desde arriba, obviamente: desde un “Estado Padre” omnipotente y
omnisciente que dirige de forma estrecha e infalible la vida de todos y cada
uno de los ciudadanos.
El Gran Hermano
La organización que articula la
sociedad es el Partido Único, el INGSOC (Socialismo inglés). Pero, incluso por
encima de éste, existe un símbolo que sintetiza al “Estado Padre” al que antes
me refería: un ser que es al tiempo guía, inspiración y esencia de la sociedad.
El protector, el legislador, el guardián de los valores, el que conducirá al
pueblo a la victoria final. Alguien que es casi tanto un individuo como una
metáfora: el Gran Hermano.
Ojito al lema del INGSOC: “Guerra es
Paz; Libertad es Esclavitud; Ignorancia es Conocimiento”
Reescritura permanente de la historia
El protagonista se dedica
profesionalmente a la censura, y singularmente a la reescritura de la historia:
los acontecimientos ya sucedidos, los protagonistas, las fechas… todo es objeto
permanente de revisión, reinterpretación y reformulación, siguiendo los
intereses del Estado en cada contexto. Ni siquiera la fecha en la que se sitúa
la historia, 1984, puede darse por segura.
La Neolingua
Los habitantes de Eurasia hablan
Neolingua, un derivado del inglés en permanente revisión mutilante: se suprimen
palabras (sobre todo, sinónimos) y se crean otras nuevas (básicamente, ambivalencias),
para evitar las alternativas conceptuales y facilitar el “doble-pensar”.
La guerra permanente
La única manera de mantener bajo
control a las sociedades humanas es conseguir que la gente viva en el umbral de
la miseria; y para que ésta sea posible, no existe otro mecanismo mejor que la
guerra: asegura la destrucción de “excedentes” que podrían dar lugar al bienestar,
canaliza la productividad hacia la fabricación de máquinas destructivas, etc. Por
ello, la humanidad entera, dividida en tres grandes bloques equivalentes, se
encuentra embarcada en una guerra perpetua.
Las telepantallas
Los artilugios fundamentales para la vigilancia
y control de los individuos son las telepantallas: dispositivos que están
literalmente por todos lados, y que son al tiempo cámaras receptoras y
pantallas, que permiten al “Gran Hermano” saber en todo momento qué es lo que
estás haciendo, e indicarte cuando y como corresponda qué es lo que deberías
hacer
El odio, como alternativa del amor
El sentimiento que más se potencia y
venera es el odio hacia “los otros”, el cual forma un conglomerado indisociable
del amor a “los tuyos”. Todos los ciudadanos deben asistir obligatoriamente a las
ceremonias diarias de exaltación del odio.
El crimental y la policía del pensamiento
Los delitos más inaceptables y
perseguidos no son los relativos a actos —robos, asesinatos, etc.— sino a
pensamientos: las ideas contrarias al funcionamiento de la sociedad, den lugar
o no a acciones concretas, son en sí mismas crímenes execrables e inaceptables.
La Policía del Pensamiento, el cuerpo represivo más potente del Estado, se
encarga de perseguirlos.
La canalización de la resistencia
Es inevitable que un pequeño porcentaje
de la población se resista al estado de cosas descrito, y por ello, existe un
soterrado pero consistente movimiento de resistencia. Lamentablemente, y como
nuestro protagonista comprueba, toda la red es en realidad otro mecanismo del
Estado, diseñado para captar, canalizar y desactivar cualquier posible
subversión.
El arrepentimiento de los sublevados
Una vez captado y canalizado, al
disidente se le empuja y alienta hasta llegar a la abierta traición al Estado.
Entonces se le tortura metódica y sistemáticamente, sobre todo desde el punto
de vista psicológico, hasta conseguir anular en él cualquier iniciativa
personal o cualquier rastro de amor, que no sea el amor hacia el Gran Hermano.
Entonces, cuando el disidente acepta que la realidad no es otra que la que el
Gran Hermano establece y proclama su arrepentimiento, se le otorga la gracia
liberadora de la muerte.
Joder. Hará cosa de treinta años que
leí aquello, y todavía me conmuevo al recordarlo. Por supuesto, jamás volveré a
leerla, como supongo que jamás volveré a ver La Lista de Schindler —de Steven
Spilberg— o The Killing Fields —de Roland Joffé— pero no me arrepiento en
absoluto de haberlo hecho: gracias a ello sé más de la historia, de la vida,
del alma humana y de mí mismo. Y aunque no se trate precisamente del lado más
atractivo de la realidad, saber de él es totalmente imprescindible para tener
perspectiva. Para poder decidir. Para ser inaccesible al doblepensar. Para que
nadie pueda imponerme su neolingua. Para no confundir odio y amor. Para
ser un activo resistente individual frente a la injusticia y la mentira… pero
siempre suspicaz en lo que respecta las estructuras organizadas. Para valorar como un tesoro la intimidad y huir de
las premonitorias telepantallas más que de un nublado, por mucho que hoy en día
sean la cosa más común del mundo, como lo son las tablets que el Doctor Spock nos
dio a conocer, allá por los 60.
En fin, parece que voy consiguiendo
recuperar el ánimo.
Vamos a ver si rematamos con un poco
más de alegría, que las fechas lo piden.
Había empezado la cosa con incontenido
sarcasmo hacia la legión de burros que siguen Gran Hermano, en sus n-versiones.
En cierto sentido les entiendo: todos nos paramos en los zoológicos frente a la
jaula de los monos, a ver cómo juegan, se pelean, copulan, se masturban, etc. Y
si andan perezosos, pues les tiramos algo de comida para activarlos y forzarlos
a competir. Esto es exactamente lo mismo… solo que los primates en cuestión son
de la especie Homo sapiens sapiens. Aunque en este caso, mucho me parece lo de “sapiens”…
para colmo, repetido.
Lo de ir en pelotas tampoco me parece
demasiado original: raro es el zoológico en el que visten a sus chimpancés. Y
como el objetivo es ese, el ji-ji, ja-ja de niños jugando a las cochinadas,
pues mejor que mejor (si lo que se quiere ver es sexo de verdad, hoy en día no
hace falta buscar mucho para encontrarlo), que así queda más explicitado el que
la cosa va de seducción animal a pelo, picaresca de vestuario, erotismo de
retrete público, y poco más.
Lo que me resulta más heroico de todo
esto es la labor de los psicólogos y del resto de tertulianos, que son capaces
de hacer sesudos debates, elaborar hipótesis, tesis, antítesis, teorías e
incluso leyes capaces de explicar el sofisticadísimo comportamiento de los
primates observados. Los cuales, por otra parte, hacen alarde de un nivel cultural,
intelectual e incluso mental tan ínfimo, que a mí me cuesta trabajo creer que
no forme parte pactada de sus papeles. Porque, sinceramente, no es ya que todo
apeste a actuación: es que, intrínsecamente, lo es. ¿Acaso alguien podría
comportarse con naturalidad, intentando seducir en cueros a una hermosa jovencita
—feos, gordos, etc. quedan descartados, por razones obvias— delante de una
cámara?
¿He dicho cámara…? Quería decir,
telepantalla…
Lo dicho: que leáis a Orwell -ahora no: después
de que pasen las fiestas-, porque cuanta mayor perspectiva se posee, más libre se
es; y conocer el infierno que ese hombre imaginó es la mejor manera de mantenerlo
a raya.
¡FELICES FIESTAS…!
Me ha encantado. 1984 lo hizo también en su día. Felices fiestas.
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