Dios es un concepto, y por ello no existe como
realidad independiente desligada de quien lo conceptúa. Acaso el Ser, todo lo
que ha sido, es y será, encierre cierta voluntad. Acaso sea verdad que existe
un Sumo Hacedor. O acaso lo sea que todo el espacio-tiempo y el resto de
dimensiones de la realidad sean algo carente de origen y final, de por qué o
para qué. Tanto importa: ninguna de esas opciones será Dios. Porque Dios es
nada más y nada menos que un concepto. Como el amor. Como la libertad.
Libertad es para el esclavo su manumisión. Para
el preso dejar atrás sus barrotes. Para el mendigo no tener que pedir. Para mí,
disponer de tiempo para escribir estas cosas ¿Puede alguien creer o dudar de la
libertad? ¿Cabe discutir sobre su existencia, realidad o irrealidad, bondad o
maldad?
¿Qué diría un extraterrestre del amor? ¿Creería
o negaría su existencia? Amor es lo que Romeo y Julieta sentían el uno por el
otro. Amor es lo que Don Quijote sentía por Dulcinea y Cervantes por Don
Quijote. Amor siente el rey de España por su patria española y Mas por su
patria catalana. Y sin duda también era amor lo que Hitler sentía por su Gran
Alemania. El amor de Herodes por su pueblo le impulsó a quitar de en medio a Jesús,
ese peligroso revolucionario culpable de amar a toda la humanidad.
¿Cómo es posible que distintas versiones del mismo
concepto constituyan argumento suficiente como para enfrentar a los hombres
hasta la muerte? ¿Alguien se imagina a los seguidores del Amor Platónico
alzados en armas contra los defensores del Amor Pasional, esgrimiendo cada cual
que “su” Amor es el único verdadero, y que el “otro” es una absurda
fantasía que debe ser erradicada?
Fuera de cada conceptuador los conceptos dejan
de existir. No ya Dios o el Amor: una piedra es en sí misma una realidad
diferente del concepto de piedra que tenemos cada uno. Además, los conceptos no
son estáticos, sino uno en cada momento y para cada individuo. Y eso le pasa a
todos los conceptos, no sólo a los que conciernen a temas transcendentes. ¿Qué fue de la Tierra esférica, conocida en
la Antigüedad, cuando en la Edad Media la sustituyeron por la Tierra plana?
Yo suelo pasarlo mal cuando alguien me pregunta
que si creo en Dios, porque es obvio que lo que en realidad me está preguntando es
si creo en su Dios; es decir, en su concepto de Dios (sea él o no creyente…
para mayor ironía). Por eso, en lugar de extenderme en disertaciones que con
toda probabilidad perderían a mi interlocutor, tiendo a responder con una frase
atribuida a Buda (con el Sr. Siddharta Gotama tengo más de una profunda
discrepancia, pero en esta ocasión –si es que realmente sucedió- estuvo
genial):
“A mí lo que me preocupa es la infelicidad, y
como evitarla para tener una vida plena. De los dioses prefiero no hablar,
porque al final siempre se termina discutiendo”
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