La empatía, saber ponerse en el lugar del otro, es un rasgo inherente a
nuestra especie; acaso uno de los más característicos y de los que más nos
enorgullecemos. Pero ese positivo sentimiento hay que saber manejarlo con
prudencia, porque “los otros” no son “otros yos”, sino realidades diferentes, y
ese equívoco puede meternos en situaciones ridículas o desafortunadas:
"Está bien que seas
consciente de que tu perro tiene sentimientos; pero éstos son los de un perro,
no los de un humano, y aunque tú puedas llegar a considerarle alguien de tu
familia, desde sus perspectiva nunca seréis otra cosa que miembros de la misma manada.
Y en el trabajo, piensa que
acaso tu compañero encuentre perfectamente adecuada esa tarea que tú consideras
detestable. Si es así, tus quejas y lamentos, en lugar de un desahogo
compartido pueden ser un ejercicio de soberbia y una falta de respeto”
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