Una
escayola no es una nueva normalidad. Una escayola es un Estado de Alarma
personal, algo que limita severamente tus movimientos y tu capacidad de
relación, pero que no te queda más remedio que asumir durante algún tiempo para
evitar males mayores. Con suerte durará un mes, y si no la hay puede que un
año. Pero no hace falta que te acostumbres a ella, solo que la soportes y que
intentes aprovechar el tiempo en algo viable para no sentirte aún peor,
mientras sueñas y planificas todo lo que harás el día que te la quiten.
Otra
cosa bien distinta es una mutilación, quedarse cojo o ciego para siempre. Si
tal cosa te pasa, dejas de ser el que eras antes y te conviertes en alguien que
habrás de reinventar. Tu ceguera o tu cojera sí serán una nueva normalidad, ya
que condicionarán en adelante tu manera de relacionarte. Porque ya no serás un
humano estándar, con las dotaciones propias de tu especie. No, los humanos no
somos por naturaleza ciegos ni cojos. Y las escayolas tampoco forman parte de
nuestro bagaje.
Si
los humanos fuéramos ciegos, seríamos animales nocturnos o abisales. Si cojos,
acaso sedentes. A saber qué bicho podríamos ser; pero sin ninguna duda, nada
parecido a lo que somos. Porque somos homínidos, no corales o murciélagos, y si
hemos llegado hasta aquí ha sido haciendo uso de nuestra naturaleza, que además
de permitirnos ver, oír o correr, nos impele a sentir, a tocar, intercambiar…
No es una opción, es lo que somos. De modo que tranquilos: la nueva normalidad
de la que habréis oído hablar es simplemente un sueño. O para ser más precisos,
una pesadilla. Nada de lo que cuentan podrá ocurrir jamás, de la misma manera
que no hay peces que aniden en los árboles ni leones que cacen en el fondo del
mar.
No
pretendo hacer mal a nadie, pero que no me esperen en los bares ni en las
playas, que no pienso acudir a ninguno de esos sitios disfrazado de hombre
burbuja, con un letrero en la cara que ponga “ALÉJATE DE MI”. En mi casa ya
puedo beber, tumbarme en el suelo o bañarme. Si voy ahí fuera a hacerlo es para
rozarme con el resto del planeta, para intercambiar calor, para absorber
información por todos los canales al mismo tiempo. Eso nos trajo hasta aquí
como especie y eso hará posible que apenas en un siglo estemos colonizando el
sistema solar.
Si
hace cuatro millones y medio de años, a nuestro tatarabuelo Ardipithecus
alguien le hubiera dicho: “ten cuidado, porque el entorno es un peligro, y el
otro, una amenaza”, con seguridad no se hubiera bajado de su árbol, y nunca
habrían existido ni los Australopitecus ni toda la cadena de Homo que acabaría
dando en nosotros. Pero lo que seguramente oyó fue algo así como “el entorno y el otro son oportunidades:
sé al mismo tiempo curioso y prudente”.
Dentro
de algunos siglos, la actual humanidad será sustituida por una raza de seres
“mejorados”, tanto genética como cibernéticamente, que tendrá recrecidas todas
nuestras capacidades y aminorados nuestros defectos. Ya estamos dando los primeros
pasos para alumbrarlos, pero aún faltan siglos de tecnología, apenas intuida,
para avanzar significativamente en el proceso. Esa “gente”, que sí viajarán a
las estrellas y contactarán con lo que allí se encuentren (nada, vida elemental
u otras “gentes”, quién sabe), lo mismo viven milenios y su perspectiva de la
realidad es completamente distinta. Puede que a ellos incluso les gusten los
bares/pecera, o las playas microparceladas. Por eso, oh iluminados de la nueva
normalidad, no tiréis vuestros geniales prototipos, que lo mismo algún día son de
utilidad. Pero de momento, ni este elemental primate, ni varios miles de
millones de sus congéneres, estamos mínimamente interesados en ellos.
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