PREÁMBULO
Con fecha 7 de julio de 2015, fue
presentado en las oficinas centrales de este Tribunal escrito firmado por la
Comisión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas, instando
resolución respecto a un asunto que la referida Comisión entiende como
Universal, de ámbito no exclusivamente penal y naturaleza adecuada para el
análisis, consideración y sentencia por parte del Tribunal Planetario: Los Toros.
Cumpliendo con los estatutos y
procedimientos del preste Tribunal, el asunto planteado por la Comisión ha sido
objeto de serenos y profundos análisis durante el pazo preceptivo de dos
semanas.
En un lugar cualquiera del Planeta
Tierra, pero universalmente accesible en actual era de la globalización de la
información, el TRIBUNAL PLANETARIO, reunido en pleno, dicta la presente
SENTENCIA.
RESULTANDOS
1º Bajo la denominación genérica de “Los
Toros” –en adelante Festejos Taurinos, o Tauromaquia- son conocidos un conjunto
de ritos y festejos en los que se emplean ejemplares de la especie Bos taurus, criados expresamente para este fin. Las Fiestas
taurinas conllevan siempre el enfrentamiento ritualizado entre hombres y
animales, y se celebran exclusivamente en nueve países: España, Francia,
Portugal, México, Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador y Panamá
(excepcionalmente, también en Estados Unidos, Filipinas y China). En otros
países y ámbitos culturales se desarrollan otras actividades que también se
basan en el enfrentamiento ritualizado entre bóvidos y hombres, como el rodeo
Chileno o el Estadounidense, que también se practica en la mayor parte de América; pero sus características les hacen muy diferentes de la
Tauromaquia, por lo que no serán consideradas por la presente sentencia.
2º La Tauromaquia hunde sus raíces en la
Edad de Bronce, y durante milenios se practicó por todo el entono cultural
mediterráneo. Paulatinamente, este tipo de ritos fueron abandonados, excepto en
la Península Ibérica y territorios adyacentes. Las actuales Fiestas Taurinas
siguen patrones establecidos entre finales de la Edad Media y el Siglo XVIII.
4º Entre los pueblos ibéricos, el peso cultural
de la Tauromaquia ha sido y continúa siendo inmenso, a todos los niveles. El
propio idioma español tiene incorporados una cantidad ingente de términos y
expresiones taurinas, y son numerosos los estudiosos que establecen
vinculaciones entre la Tauromaquia y la propia manera en la que los hispanohablantes conciben el
mundo. A título de referencia: la pintura de Goya o la
de Picasso, al igual que la poesía de Lorca o Alberti, serían incomprensibles si se
desligan del universo taurino.
5º Parece muy improbable que los toros
bravos hubieran sobrevivido al desarrollo de las sociedades humanas, de no
haber sido por la Tauromaquia.
6º Hasta que llega el momento de su
tortura y muerte durante los Festejos Taurinos, estos animales reciben un trato
excepcionalmente amable respecto al que es habitual para los animales ganaderos.
Su vida, en estado semisalvaje pero llena de atenciones, suele durar entre 3 y
5 años, que viene a representar entre un cuarto y un tercio de su máximo
potencial; lo cual es entre cinco y diez veces más de lo que dura la vida de
otros animales ganaderos –pollos, cerdos, corderos…- respecto a sus potencialidades
naturales. Y la corta vida de los ejemplares de estas otras especies,
destinadas exclusivamente a servir de alimento, es absolutamente miserable, en
comparación con la de las reses bravas.
7º La ritualización del enfrentamiento
entre el hombre y la naturaleza salvaje, sublimada a través de los Festejos
Taurinos, se encuentra cargada de múltiples simbolismos: la exaltación del poder
y el valor, la supremacía del hombre, etc. Estos enfrentamientos, salvo
excepciones, son deliberadamente sangrientos, terminando con la muerte de los
animales; y accidental u ocasionalmente, también con la de algún humano. En
definitiva, la Tauromaquia, obviando su dimensión estética o artística, mezcla el
ensalzamiento del coraje y la templanza con la crueldad y la fascinación que
producen el peligro, el dolor y la muerte.
8º Ya desde sus orígenes, la Tauromaquia
ha contado con detractores, como también los tuvieron en su día los
espectáculos circenses romanos. Aquellos opositores históricos basaban su
rechazo en considerar a los Festejos Taurinos una exaltación de la crueldad y
los más bajos instintos, que además suponían un peligro gratuito para la
integridad de las personas. La falta de unanimidad respecto a lo respetable o
reprobable de estas Fiestas queda evidenciado por el hecho de que, a lo largo
de la historia, han sido alternativamente prohibidas y autorizadas en diversas
ocasiones, tanto a nivel local como nacional.
9º A partir de la mitad del Siglo XX, a
los detractores tradicionales de la tauromaquia se les han unido aquellas
corrientes sociales basadas en la protección de la naturaleza en general, y de
los animales en particular. La fuerza de estas corrientes sociales, que
entroncan con otras pulsiones humanistas de gran calado (movimientos en defensa
de la igualdad entre hombres y mujeres, movimientos antirracista, antihomofobia,
etc.), ha determinado que la Tauromaquia pierda globalmente prestigio, y que en
numerosas zonas haya sido objeto de limitaciones y prohibiciones. Cierto es, no
obstante, que en ocasiones se detectan intereses bastardos detrás de dichas
prohibiciones por parte de las Administraciones promotoras de las mismas, como
los de aparentar “modernidad” o intentar destacar “claras diferencias
culturales” respecto a comunidades vecinas, con vistas a la obtención de
posteriores réditos políticos.
10º Pese a las circunstancias
anteriores, los defensores de la Tauromaquia cierran filas en su defensa,
esgrimiendo por lo general -también de forma interesada- su valor cultural como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, además de otras particularidades ya expuestas en otros apartados: la irrelevancia del dolor de los toros en la lidia frente a la vida previa que llevan, etc.
CONSIDERANDOS
1º El hecho de que una determinada
institución social posea un elevado valor cultural y tradicional no es
argumento suficiente como para considerarla merecedora de
perpetuarse indefinidamente. Piénsese en la esclavitud, institución social
sólidamente asentada en la antigüedad clásica y que perduró a nivel planetario
hasta mediados del Siglo XIX: sin duda se trataba de un fenómeno sólidamente
arraigado a todos los niveles (la
economía, todas las artes… y también todos los idiomas y la perspectiva desde
la que cada individuo conceptuaba la realidad), en medida ciertamente superior
a lo que pueda haberlo hecho nunca la Tauromaquia. Pues bien, la esclavitud
quedó atrás como fruto de la evolución de la civilización y de las sociedades
humanas, y todas las pérdidas culturales, patrimoniales, sociales o económicas que
ello pudiera suponer en su momento, son universalmente consideradas nimias frente
a las ventajas alcanzadas gracias a ese paso social evolutivo.
2º Parece de todo punto contrario a la
evolución del ser humano la exaltación del dolor, la tortura y la muerte. Estos
actos extremos han fascinado desde siempre al hombre, acaso precisamente por lo
que tienen de definitivo, y de ahí el uso de las ejecuciones públicas como espectáculo,
y la constante de la sangre y la muerte en tantos actos sociales, desde ritos sagrados
de ofrenda a los dioses hasta actos festivos populares: luchas de gladiadores, peleas de perros y de
gallos, acosos de osos o de toros… En todo el planeta, en todas los ámbitos legales
y culturales, la tendencia ha sido acotar, regular y finalmente terminar por
prohibir este tipo de actos, desde el convencimiento universal de que nada
aportan al desarrollo del individuo (ni físico, ni emocional, ni espiritual), y
que tan solo posibilitan reiterar en el error de que, el dolor ajeno, la muerte
del otro, ya sea hombre o bestia, refuerza el poder del que asiste a ello, y
del grupo que la organiza y administra. Todas las sociedades, a medida que evolucionan, han seguido en
paralelo ese mismo criterio: el dolor ajeno no puede ser fuente de gozo ni de
autoafirmación de poder. La empatía con el que sufre, por el contrario, sí es
deseable fuente de gozo, y secreta fuente de poder.
3º El hecho de que la Tauromaquia
pudiera dejar de existir tal, como la conocemos, nuca tendría efectos retroactivos
sobre el arte, sobre el lenguaje, o sobre cualquier otro ámbito. Lorca ya
escribió “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” y Goya ya pintó sus “Tauromaquias”,
y eso no tiene vuelta atrás, de la misma manera que los cantos de los esclavos
africanos en los algodonales del sur de Estados Unidos fueron la base de Góspel
y el Blues, y tales estilos musicales y sus múltiples derivados continúan vigentes
y evolucionando, siglo y medio después de la abolición de la esclavitud. “Coger
el toro por los cuernos”, “lanzarse al ruedo”, “tener querencia”, “mansear” o “recibir
un puyazo”, seguirán formando parte del español dentro de cinco siglos, como lo
son en pleno siglo XXI “arrieritos somos…”, “chivo expiatorio” o “cabeza de
turco”, por mucho que haga ya siglos que quedó atrás el contexto cultural que dio
sentido a tales expresiones.
4º No parece realista considerar que la
exitinción —incluso radical— de la tauromaquia se tradujera en la extinción de
los toros bravos. Cierto es que sus poblaciones se reducirían notablemente, al
dejar ser el preciado objeto mercantil que ahora mismo son. Pero hace ya mucho
tiempo que tampoco son comercialmente útiles en ningún sentido ni osos ni lobos
(por poner dos ejemplos del ámbito hispánico), y no se han extinguido. Para preservar
a los toros bravos tendrían que crearse espacios naturales específicos, en los que
la presencia humana debería estar rigurosamente controlada, dada la
peligrosidad de estos animales. Pero esto no es nada novedoso; y
como referencia, piénsese en las reservas africanas o asiáticas que acogen
animales igual o más peligrosos que los toros bravos.
5º Los aficionados a la tauromaquia no
son crueles sanguinarios que acudan a ese tipo de fiestas para regodearse disfrutando
del dolor y la muerte ajena. Simplemente, esos componentes se diluyen y pasan para
ellos a ser una parte “poco significativa y perfectamente asumible”, en el
marco de un espectáculo de exaltación del valor, depurada estética y un sinfín de
sutiles reglas cuyo conocimiento y valoración saborean como sibaritas ante un
banquete. Este hecho permite considerar que, si se libera a la Tauromaquia de
sus componentes truculentos, su resultado final acaso pudiera aún con todo cubrir
un 90% de las motivaciones e intereses que mueven a sus partidarios. Y además,
pasaría a ser una realidad universalmente respetable y acorde a la evolución
humana general, en cierto sentido equiparable al alpinismo o la navegación:
actividades arriesgadas, comprometidas, que exaltan el valor, que conforman una
ritualización aceptable de la lucha del hombre contra la naturaleza salvaje…
pero que excluyen el dolor o la muerte de nadie como mecanismos para la
reafirmación del propio poder.
6º El camino a través del cual conseguir
preservar la mayor cantidad posible de los elementos que conforman el universo
de la Tautomaquia, pero liberándolo de sus facetas humanamente inaceptables, es
el deporte. El deporte, que en realidad, y con carácter general, no es otra cosa que la ritualización de
la guerra, constituye el marco perfecto para reconvertir la Tauromaquia en algo
social y planetariamente aceptable, manteniendo la mayor parte de su esencia
pero eliminando los elementos específicos de tortura y muerte. El rodeo chileno
es, absolutamente, un deporte y podría ser una referencia perfecta para enfocar
el asunto. Piénsese en festejos y actividades como los encierros, los recortes,
e incluso la lidia a la portuguesa, sustituyendo el empleo de banderillas y
rejones por marcas adheribles al pelaje de los toros. Todo eso
podría reglarse con relativa facilidad, para convertir la tauromaquia en un conjunto de actividades deportivas.
7º El hecho de que la Tauromaquia se
reconvirtiera en un conjunto de deportes y pruebas, como el atletismo, no
evitaría por competo cierto sufrimiento de los animales participantes en las mismas (ni tampoco de los humanos). Sin duda.
Pero ir en contra, también, de ese acotadísimo sufrimiento, que en todo caso
sería mil veces inferior al de una gallina ponedora o al de un felino enjaulado
en un zoológico, pertenece ya a una corriente muy minoritaria y absolutamente
espiritual de defensores de “la igualdad de derechos de animales y humanos”,
que excede el ámbito de la presente Sentencia. En todo caso, este Tribunal quiere
aprovechar la ocasión para, desde su amplia y poliédrica perspectiva, hacer
algunas reflexiones respecto a esa clase de extremismo integrista del panecologismo
bienintencionado e indocumentado:
- El hombre es un primate omnívoro. La exótica y empecinada opción de alimentarse sólo a base de elementos animales o vegetales, ya sea por necesidad o motivaciones ideológicas o espirituales, es algo viable, pero complejo, antinatural y extremadamente sofisticado.
- La vida es un continuo, una sutil estructuración de la realidad capaz de autoperpetuarse; y las líneas que separan priones de virus, virus de procariontes, procariontes de vegetales, vegetales de animales… son tremendamente sutiles.
- Vida y muerte son fases de un mismo ciclo. La una sin la otra es inviable, como es inviable un mundo sólo de vegetales o sólo de animales.
- Cuando un hombre santo se arrodilla para rezar, mata por aplastamiento a miles de ácaros y otros seres microscópicos. Cuando alguien llena sus pulmones, ya sea para maldecir o para bendecir, aspira una ingente cantidad de microorganismos que nuestro sistema inmunológico se apresta a exterminar.
RESOLUCIÓN
1º En el plazo de CINCO AÑOS a contar
desde la fecha de publicación de la presente SENTENCIA, QUEDARÁN ABOLIDAS A
NIVEL PLANETARIO LA TOTALIDAD DE LAS FIESTAS TAURINAS QUE CONLLEVEN LA TORTURA
Y MUERTE DE ANIMALES.
2º Durante los cinco años que mediarán
entre la publicación de esta sentencia y la ilegalización planetaria, total y
absoluta, de cualquier tipo festejo taurino que conlleve la tortura y muerte de
animales, los Estados deberán adaptar sus legislaciones, tanto para que éstas
den acogida a la presente sentencia como para establecer un marco adecuado para el desarrollo de las actividades taurinas aceptables: encierros, recortes, acoso y
derribo, modalidades de rodeo, lidia a la portuguesa sin rejones, etc. Se
sugiere tomar como punto de partida los criterios empleados en el deporte
conocido como Rodeo Chileno.
3º Durante estos cinco años de
transición, deberán crearse las correspondientes Federaciones Regionales,
Nacionales e Internacionales que articularán las nuevas modalidades taurino/deportivas,
siendo la primera tarea de las mismas articular los reglamentos internos de
funcionamiento institucional, así como las reglas de competición de cada una de las especialidades.
En cualquier parte de la Aldea Global, a
22 de Julio de 2015
Fdo: EL TRIBUNAL PLANETARIO
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