Casi
siempre sucede lo más probable:
Recoges
minúsculos frutos de
ímprobos esfuerzos.
Escudriñas
su dulzura, injustamente
escasa.
Fatigas
tu buzón, repleto de sustancias ajenas,
de
propuestas equivocadas.
Madrugas
día tras día para
llegar antes que el sol,
y
apenas regresas con lo justo para seguir,
para
madrugar mañana
con
el gesto torcido.
Casi
siempre sucede lo más probable.
Pero,
a veces,
una
por millón,
Yahvé,
Alá, Visnú, Fortuna,
o
como más te guste llamarle,
se
divierte cargando los dados
y
sucede lo improbable,
a
lo que llamamos milagro.
Una
por millón.
Y a mí, ya me ha pasado tres veces.
Me
da menos vergüenza contarlo
que
mi cara de imbécil oteando el horizonte,
en
busca del cuarto.
Desde mi frustración gratuita, el once
de diciembre de 2016,
Y como con el poema anterior, y por las mismas cuestionables causas, adjunto escaneo del original (sí, es lo que parece: esto lo parí de camio al aeropuerto, y lo escribí allí en servilletas del bar mientras esperaba a mi amor)
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