miércoles, 29 de mayo de 2019

Juicio Final

Llegará ese día. No está escrito, no nos hagamos líos. Pero está ahí, más cerca de lo que crees. Confío, te deseo, que sea una sorpresa. Algo inesperado, como esas resoluciones administrativas que acaban por fin con un largo pleito, o como ese día despejado y caluroso que clausura un invierno que ya duraba demasiado. Hay más opciones, pero seguramente no son mejores. Que te pille como un “¿Ya…? Pues por fin…”. Y a ello.
Entonces, en contra de todas las recomendaciones literarias y cinematográficas, iras hacia la luz. Yo ya he ido… pero solo los primeros metros, apenas hasta la puerta del tobogán, bastante antes de cuando no toca decidir nada más. Si pasas de ahí, si vas definitivamente hacia la luz, sea una sorpresa, una bendición o una putada, poco importa, te cuento lo que va a pasar. Estoy seguro de cómo empieza, no de cómo acaba:
A mitad de mullida bajada, flotando en esa confortable nube que no requiere decisiones, se presentará ante ti el Ángel Contable. No te dará tiempo a ponerle cara ni nada, no hará falta, tan desconcertado como te dejará su presencia. Y más aún sus preguntas. Llevará, cuenta con ello, algo parecido a un folio muy grande y un bolígrafo (antes llevaba tablillas o pergaminos. Lo mismo a ti te entra con una tablet, o con el dispositivo que entonces corresponda), el cual dividirá con una ralla vertical, y dirigiendo su artilugio de consignar al ángulo superior izquierdo, te preguntará:
- Disculpa: a lo largo de tu vida ¿cuántas veces te has corrido? ¿Cuántas te reíste a carcajadas? ¿Cuántas comprendiste que estabas aprendiendo algo? ¿Cuántas veces te sentiste en casa? ¿Cuántas tu alma se conectó con otra alma? ¿Cuántas nada te importó nada, porque todo era correcto? ¿Cuántas compartiste alegría? ¿Cuántas veces aceptaste que nunca habías estado solo, que tu vida no era solo tuya, que tú y los demás, y el TODO, no eran sino particularizaciones de lo mismo…? No pongas esa cara, no te voy a preguntar que cuantas veces hiciste el bien o que cuántos de tus actos los movió el altruismo. Los que estamos de este lado sabemos de sobra que tus actos más desinteresados pueden haber dado en mierda, y que acciones que hiciste al descuido, sin prestar atención, han podido ser la mejor noticia para alguien a quien nunca conocerás. La voluntad es impura, tendenciosa y limitada. El corazón, no.
Aunque creas que no recuerdas apenas nada de lo que te está preguntando, te equivocas. Si dejas de hacer memoria, los recuerdos acuden en cascada, y antes de bajar tres peldaños más por el tobogán de nubes, el Ángel Contable tendrá ya su primera lista completada. A continuación, y apuntando al otro lado de su lienzo en blanco, continuará su entrevista.
Y… ¿cuántas veces sentiste miedo? ¿Cuántas deseaste algo malo a alguien? ¿Cuántas todo te pareció equivocado e inútil? ¿Cuántas creíste que estabas malgastando tu vida, que por ahí no era, que transitabas el camino equivocado? ¿Cuántas deseaste descargar tu frustración sobre quien fuera o lo que fuera, qué más daba? ¿Cuántas nada te importó nada? ¿Llegaste a desear no haber nacido? No te preguntaré que cuantas veces hiciste el mal o que cuántos de tus actos fueron fruto del egoísmo. Los que estamos de este lado sabemos de sobra que tus actos más ruines pueden haber dado en nada, y que acciones que hiciste al descuido, sin prestar atención, han podido ser la mayor desgracia para alguien a quien nunca conocerás. La voluntad es impura, tendenciosa y limitada. El corazón, no.
Tres peldaños de nubes más abajo, y aún a mitad de tobogán, el Ángel Contable trazará dos rayas debajo de sus listas, realizará con asombrosa rapidez las cuentas correspondientes y te informará del veredicto:
- Amigo mío, el resultado es 60% de bonito y 40% de feo…
O tal vez sea al revés. O lo mismo la proporción sea 80/20, o 50/50… Cada cual hace su propio recorrido, el rango de variación es de 0 a 100 para ambas partes del inventario.
Quieras o no, ante la evidencia del resultado, tus labios adquirirán cierta dulzura… o cierta amargura. Superarán a la más inimaginable de las mieles, o destilarán más angustia que la noche de todos los arrepentimientos.
Cuando te vuelvas en busca de tu examinador, ya sea para celebrar tu nota o para pedir la revisión del examen, no estará allí. Acaso pienses, fugazmente, que todo ha sido una farsa, una emboscada, que nada de esto está pasando, que ha sido una argucia de tu subconsciente. O de tu cerebro, que se está desenchufando.
Pero lo cierto es que el tobogán se estará entonces terminando, que estarás a punto de llegar al principio del resto. Y nada podrá evitar que llegues allí con ese sabor en tus labios.
No me preguntéis cómo sigue la cosa, como… ¿acaba? Ya os he dicho que solo he estado al principio del tobogán, desde donde no puedes ver a dónde llega. Pero, de que acabaréis cogiéndolo, que tocará inventario y que de ahí saldrá el sabor de boca final con el que os iréis de aquí, yo que vosotros no dudaría.
Y cuanto mayor sea la dulzura de vuestra boca el día del adiós, mayor será la de los que dejáis aquí…