lunes, 28 de enero de 2019

Guerra al coche

No es que sea una tendencia, es que hay unanimidad: GUERRA AL COCHE. El coche es un objeto dañino, contaminante, egoísta, un lujo individual que no nos podemos permitir, y todos los políticos que quieran seguir ahí no tienen otra que apuntarse a la cruzada.

Vale, pues para no perder la costumbre, el Poliedro se va a colocar en el ángulo contrario. Y no para defender al coche como opción, sino para evidenciar su inevitabilidad, al menos en esta fase de la evolución humana, como lo fueron en su día el caballo, y antes el cuchillo, y antes aún el fuego.
Hay por ahí quien argumenta que la guerra al coche es un invento del rojerío cool. La cosa podría tener su lógica, pues quienes van contra el coche generalmente ensalzan el transporte público, y esa dicotomía podría interpretarse como la eterna lucha entre lo privado y lo colectivo, lo individual y lo social, la derecha y la izquierda, trasladado al universo de la movilidad. Pero lo cierto es que va más allá, porque si se mira un poco alrededor es fácil comprobar que las políticas aticoche, sea al nivel que sea, no son patrimonio de ninguna orientación política, sino un axioma de la modernidad. Si quieres estar a la última (y si no lo estás, adiós a los votos, adiós al poder, etc.), guerra al coche. Valga como ejemplo al alcaldesa eterna de mi pueblo, que es tan roja como una pera, y que legislatura tras legislatura galopa hacia la peatonalización de su villa, restringiendo al mínimo los espacios para los coches y agrandando los destinados a los peatones, que hoy en día podrían acoger sobradamente a más del doble de los que somos sus reales usuarios.
Mi alcaldesa, decía, galopa a caballo de la ola de la modernidad, y ésta es dictada desde los grandes centros de poder, en todos los sentidos, que no son otros que las grandes ciudades. Allí se elaboran los modelos y desde allí se reparten las consignas. Solo que, por increíble que parezca, nadie parece haberse dado cuenta de que las grandes urbes, aunque concentren a mucha población (lo que determinan que sean los motores de la humanidad), apenas representan una superficie insignificante del planeta, y en ellas no vivimos ni la tercera parte de los humanos. Ojito, que a nivel nacional me estoy refiriendo a media docena de ciudades (Madrid, Barcelona, Sevilla, etc.), no a Cáceres o Santander. Y no digamos ya a las localidades de quince mil habitantes o menos, que es por donde yo ando. Está bien el concepto de “ciudadano” como individuo dotado de derechos individuales emanado de la Revolución Francesa, pero es muy torpe equipararlo al de “habitante de una ciudad”, cosa que yo creo que quedaría mucho mejor definida como “urbanita”, término al que podría contrastarse el de “ruralita”, que es lo que yo soy. Que es lo que somos más del 60% de los españoles: gente que vive en el campo, ya sea en grupos de unos cientos o de unos pocos miles, pero que, sin ninguna duda, no vivimos en una ciudad.
Yo fui urbanita desde que nací hasta los veintitantos, y desde entonces soy ruralita. Voy a Madrid y a otras ciudades con frecuencia, por motivos de trabajo o simplemente a socializar. Pero vivir en una ciudad sería ahora para mí inconcebible. En ellas el peso de lo artificial es absoluto, el planeta Tierra es apenas un lejano sustrato imperceptible. Todo está construido, armado, acoplado a la escala humana. Y además, gente a cascoporro, gente y gente y gente… y todo lo que eso tiene de bueno, por las posibilidades que ofrece, lo tiene al tiempo de restrictivo en lo referente a la libertad y la intimidad. Las ciudades. Sitios deslumbrantes que visitar, donde hacer cosas... y de las que salir después corriendo.
Vale, pues el 99% de los políticos con mando, los que dirigen el cotarro, son urbanitas. Peor aún, algo más de un tercio de ellos son también funcionarios… Como suena (ya advertí que no me iba a romper los cuernos buscando datos que avalaran mis argumentos, pero el que quiera que lo compruebe, que es fácil). Y lógicamente, estos funcionarios urbanitas legislan desde su perspectiva, que no es precisamente la de los ruralitas no funcionarios, como yo y como la mayoría de sus compatriotas. Manuela Carmena, (urbanita, funcionaria y roja), como antes Ana Botella y Ruiz Gallardón (urbanitas, funcionarios y azules), y todos los anteriores alcaldes de Madrid, fueron empujando siempre en la misma dirección, cada cual a su paso, guerreando contra el coche, echándolo de la ciudad. Y lo más probable es que hicieran lo correcto, que en las megalópolis del planeta el vehículo de transporte individual no sea una opción. De todas ellas también se expulsó en su día a los caballos, que habían sido los coches durante varios milenios, y la idea fue acertada.
El problema no es que las grandes ciudades se organicen eliminando a los vehículos automóviles particulares como medio de transporte interno (por cierto ¿los urbanitas del futuro tendrán prohibido tener coche, aunque sea para usarlo fuera de la ciudad? Y si no es así ¿dónde los van a guardar, y por dónde los van a meter y a sacar?), sino que las ciudades medianas intentan imitar a las grandes, y después las pequeñas a las medianas, y al final mi pueblecito quiere parecerse a Madrid, se lía a resolver problemas que no tiene y nos complica a todos la vida gratuitamente.
La guerra al coche está destinada al fracaso, porque el coche es libertad. Obviamente, los coches no deberían funcionar a base de quemar dinosaurios y bosques de helechos, disparate anacrónico delirante en pleno siglo XXI. Pero una cosa es exigir que los coches dejen de contaminar, y ya estamos en ello, y otra que, de la mano de la cosa, se satanice con carácter general al coche. “Le recomendamos que utilice el transporte público” ¿No te jode…? A Madrid claro que voy en bus, y allí claro que me muevo en metro. Pero en mi pueblo ¿cómo llevo a mis hijos al colegio, cómo hago la compra, cómo voy a trabajar, sin coche? Si el planeta entero, algún día, fuera una gigantesca ciudad que lo cubriera todo, obviamente no tendrían sentido los medios de transporte individuales. Imágenes como esa, que para mí siempre son distópicas, salen a menudo en películas futuristas. Pero mientras no sea así, mientras los ruralitas sigamos existiendo, el coche, ya sea eléctrico, o impulsado por algún otro sistema hoy en día inimaginable, ya sea terrestre o volador, será una herramienta imprescindible para nuestra subsistencia, como lo fue antes el caballo, y antes el cuchillo, y antes aún el fuego…
Rematemos el asunto con una broma genial que viene bastante al pelo, de mis admirados editores de elmundotoday: CARMENA INICIA LA PEATONALIZACIÓN DE MARTE


sábado, 12 de enero de 2019

¡He vueeeltooooooo...!

♪ He vueeeltooooooo ♫
Feliz 2019 a todos, y no temáis, que no he vuelto para abduciros al más allá de ninguna pesadilla, sino para seguir aquí, compartiendo cosas variopintas con vosotros.
Este año, al tomarme las uvas, como supongo que hicisteis casi todos, me prometí a mi mismo hacer cosas interesantes a lo largo del año que empieza. Le dediqué poco tiempo a los compromisos buenistas e imposibles, tipo ponerme en forma (en forma… ¿de qué?), y me centré en lo que más me pone, tipo viajar, tocar, escribir…
Os reconozco que la casi única razón de este blog es darme motivos para escribir (así se llama, por cierto, un disco muy recomendable de mi admirado pianista belga Vin Mertens), porque los mil focos de interés, motivaciones y sumideros de energías que tiene la vida le dejan a uno tan exhausto que, al final, lo de escribir porque sí y sin más se convierte en artículo de lujo, excepción. Años y años, y décadas, escribí cuentos y poemas (e incluso novelas), casi solo como catarsis y alimento de cajón. Pero luego, saqué algo por aquí y por allá, publiqué y autopubliqué… y la literatura cerró en mí su círculo mágico y dejó de ser diván o bidé para convertirse en vehículo de comunión, forma de compartir, de ser más de lo que se es, prolongándose uno a través de unas ideas, o personajes, o lo que sea, que penetran en los demás y se convierten en otra cosa, en algo lleno de matices diferentes, algo más rico, más grande, más imprevisible, más interesante…
De modo que gracias, literatura, por ayudarme a hacer de la vida un lugar con más posibilidades. Gracias a vosotros, que sois la parte imprescindible de la literatura que escapa de mis manos (siendo refractario a esas locuras de la dominación, de que alguien te someta, de las Sombras de Grey y demás, reconozco que lo de no ser el único dueño de los mandos, me motiva); y basta de idioteces, de ausentarme de este foro como si lo hiciera de los deberes del cole. Ahí va mi compromiso de campanadas de inicio de año:
ME COMPROMETO A METER, COMO MÍNIMO, UNA ESTRADA EN MI BLOG CADA QUINCE DÍAS.
¿Sabéis cuál ha sido la razón de fondo que más me ha limitado para no escribir más aquí, además de los manidos y referidos avatares del día a día? Pues mi compromiso con el rigor, con la precisión. Como, al final, la mayor parte de las entradas tenían que ver con asuntos cercanos y concretos, me atenazaba siempre la angustia de estar diciendo algo sin soporte, no contrastable, subjetivo, cuestionable... Total, que me pasaba más tiempo buscando fuentes, citas, datos, etc., que contando lo que quería contar, para hacer mis argumentos más sólidos.
Creo que era un ángulo equivocado, ya que no soy historiador, político, propagandista doctrinal o religioso ni nada parecido. No creo que mi perspectiva poliédrica gane o pierda gran cosa por el hecho de que vaya acompañada de una serie de datos estadísticos precisos, o de citas eruditas. En el fondo ¿qué más dará? Cuento lo que soy, comparto mi perspectiva de las cosas, que casi siempre tiene considerable fundamento (alguna utilidad tenía que tener ser asquerosamente culto… para lo que es la media del mundo que me ha tocado en suerte), pero que casi nunca es sino un punto de vista totalmente equiparable otros muchos posibles puntos de vista alternativos. Mi paso por la ciencia me dejó, entre otras, esa bendita secuela: la verdad no es sino la mejor explicación disponible para describir lo constatado. En cuanto alguien da con una explicación mejor, esa pasa a ser la verdad, cuyo efímero reinado terminará cuando venga otro con una aproximación aún mejor. De modo que ¿para qué me voy a dejar los cuernos?
Pues eso.
Que he vuelto. Y que un par de veces al mes, como mínimo, aquí me asomaré a compartir ideas y contaros cosas. Y os adelanto que ando preparando un proyecto musical TREMENDO: He conseguido embaucar a un buen grupo de musicazos de mucho nivel para que me ayuden a dar forma y poner en escena composiciones mías del siglo pasado, ambiciosas, barrocas, coloridas y magníficas (yo suponía que lo eran; pero el entusiasmo por el proyecto de los musicazos que citaba, me lo confirma), y ya tengo hasta teatro en donde representarlo. Yo le daba al proyecto dos o tres años de gestación, pero el sabio criterio de mis colaboradores me ha persuadido para que sea este verano. De aquí a seis o siete meses (glub: menudo trabajazo nos espera…). Ya os iré informando.
Lo dicho:

♪ He vueeeltooooooo ♫