lunes, 19 de febrero de 2018

Ponerle letra al himno de España

El asunto colea desde hace ni se sabe, pero ahora ha vuelto a ponerse de actualidad gracias a la ocurrencia de Marta Sánchez, que apenas ayer se nos vino arriba y se marcó una versión personal del himno patrio, con letra de su propia cosecha. Toma ya, con un par.
La aportación literaria de la cantante, cuya calidad y potencia de voz es incuestionable —al margen de que te pueda gustar o no su estilo— se concretó en lo siguiente:
"Vuelvo a casa, en mi amada tierra, la que vio nacer mi corazón aquí. Hoy te canto para decirte cuánto orgullo hay en mí, por eso resistí. Crece mi amor cada vez que me voy, pero no olvides que sin ti no sé vivir. Rojo, amarillo, colores que brillan en mi corazón y no pido perdón. Grande España, a Dios le doy las gracias por nacer aquí, honrarte hasta el fin. Como tu hija llevaré ese honor, llenar cada rincón con tus rayos de sol. Y si algún día no puedo volver, guárdame un sitio para descansar al fin".
Hombre, así a botepronto, pelín cursi sí que es. Voluntariosa… pero con la métrica y la rima un poco cogida por los pelos.
Lo que no deja de tener su gracia es que ya hayan surgido entusiasmados seguidores de la propuesta y sarcásticos detractores, a todos los cuales se les importa una higa si se trata de una construcción poética o alegórica meritoria o no, porque a lo que van es a una exaltación de la patria  —a Mariano y a Albert, literalmente, se les saltan las lágrimas— o a una escepticismo crítico de la misma —sonrisita burlona de Pablo y compañía— Y es que el problema real, gordo y de fondo, me temo, no es si tal o cual letra es más o menos cursi, agresiva o doctrinal, sino si es moderno y aceptable eso de emocionarse e identificarse con una patria en concreto… y con esa a la que le dicen España, pues la decisión es particularmente delicada.
Primera e imprescindible puntualización: el himno de España no carece de letra. De hecho tiene dos, la “L” y la “O”. Su versión más conocida, popularizada por Manolo el del Bombo, dice más o menos así:
 “Ló lo, ló lo… lololololololololo ló, ló, ló…. lo lo lo lo lo lóóóóóóó…
Ló lo, loló lo, loló lo loló, lololo ló, ló, ló, lololo, ló, ló, lóóóóóóó….”
(ponerle vosotros la música y seguir el fraseo; veréis que mi transcripción es ajustada)
Para mí, y os hablo ahora como poeta, que también lo soy, es perfecta. Concisa, rotunda, precisa… No ofende a nadie, acude al género neutro, para que todos y todas nos sintamos representados y representadas por este himno y esta himna. Métrica de diez, que en ningún momento pisa fuera ni arrastra el compás. Simplicidad nemótica inclusiva, que permite que hasta los peces puedan recordarla ¿Puede haber algo más redondo?
Porque lo de intentar ponerle letra a la Marcha de Granaderos, para no ser menos que los demás y que nuestro himno sea cantable, se lleva intentando desde hace siglos; pero no hay manera de que salga una propuesta que cuaje. Lo mismo es que España es un país tan diverso y peculiar que no hay forma de resumirlo en cuatro estrofas, y o te destapas por arriba o te quedas corto por abajo, como con esas mantas malditas que todos tenemos en casa para no-resolver imprevistos y que nunca nos decidimos a tirar.
La última aventura a este respecto la protagonizó el Comité Olímpico Español, en 2007, abandonando la épica tradicional y apostando por el buenismo . Pero la cosa quedó tan blandita que no convenció a nadie, y ahí se quedó.
El problema, además de que España es un pifostio tan peculiar que no hay manera de encontrar un resumen que englobe los 47 millones de versiones de la misma —una por español— es que llegamos tarde. Como suena: llegamos tarde. Y tiene mérito, que un país con 500 años de historia llegue tarde a la confección de su tonadilla patria; pero es así. Porque otros, como alemanes, italianos, franceses o británicos, escogieron directamente cancioncilla con letra (o muy pegadas unas y otras), hace dos o tres siglos, cuando valía todo y aún no se habían inventado ni las minorías ni las susceptibilidades.
Reparad un momento en las burradas que dicen himnos consagrados que a nadie se le ocurre cuestionar:
Ahí va un extracto del himno de nuestros vecinos del norte:
¡Marchemos, hijos de la patria, el día de gloria ha llegado…!
Contra nosotros, la tiranía alza su estandarte sangriento.
¿No oís en los campos el bramido de aquellos feroces soldados?
¡Vienen hasta nuestros brazos para degollar a nuestros hijos y esposas…!
¡A las armas, ciudadanos, formad vuestros batallones…!
¡Marchemos, marchemos… y que la sangre impura inunde nuestros campos…!
En cinco palabras A CO JO NAN TE. Y no me estoy refiriendo a acojonante del verbo “muy bueno”, sino del verbo “dar miedo”. ¡Santo Dios, qué cosa más gore! Eso no lo superaría ni el mismo Freddy Krueger, si se quitara por un momento las uñas de matar y cogiera un boli.
Pues no pasa nada. La Marsellesa es La Marsellesa, La France es el país de l´amour, y todos tan felices. Aquello se escribió en 1792. Si alguien intenta ponerle esa letra a un himno nacional ahora mismo ni siquiera iría a la cárcel: lo llevarían al manicomio.
Vámonos un poquito más arriba. Ahí va el inicio del himno alemán:
Alemania, Alemania sobre todo,
sobre todo en el mundo
Así será si en la protección y en la defensa
siempre nos unimos como hermanos.
Desde el Mosa hasta el Niemen, desde el Adigio hasta el Belt:
¡Alemania, Alemania sobre todo, por encima del mundo entero…!
Toma geroma, pastillas de goma, y olé sus cojones ¿Se creía Trump que estaba inventando algo con lo de America the first ¡Eso sí que es supremacismo teutón, a lo bestia y sin anestesia…! Esta letra fue escrita en 1841, pero lo cierto es que se sigue cantando en la actualidad, como si tal cosa, y a nadie le ruboriza. Imaginad algún españolito proponiendo que nuestro himno dijese algo tipo “España, España por encima del mundo entero…” A ese lo linchan por la calle antes de llegar al manicomio.
Para que esto no se haga eterno, que sé que luego os cansáis, no voy a continuar con el God Save The Queen, el The Star-Spangled Bannner, o Il Canto Degli Italiani, pero creedme que no tienen desperdicio: sangre por aquí, muerte por allá, supremacismo sin pudor alguno, confesionalidad doctrinal descarada… Si realmente reparáramos en qué coño están cantando cuando lo hacen los políticos, diplomáticos o deportistas de esos países —o casi de cualquier otro— cuando suenan sus himnos, salíamos por patas de allí mismo a escondernos… o a coger un buen garrote, para resistir sus envestidas.
De modo que la letra de Manolo… bueno, las dos letras de Manolo, son la mejor contribución que puede hacer nuestro país a la cosa de la hermandad planetaria, en lo relativo a las cancioncitas patrias.
Gracias, Marta, por el trigésimo-nono intento. Pero creo que lo que toca en este caso es aplicar un viejo aforismo que no recuerdo a quien oí en una obra, hace ya muchos años:
“Si no está roto, no lo arregles”

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