domingo, 31 de agosto de 2014

Dislates del buenismo

La inmensa mayoría de la humanidad forma parte hoy en día de una especie de Civilización Mundial, la cual continúa creciendo y modulándose mientras termina de absorber a las civilizaciones tradicionales que aún perduran en ciertas áreas del planeta, como la India o China. Todo ello, obviando las reliquias antiquísimas que siguen fieles a sí mismas en enclaves casi aislados -tribus amazónicas, etc.- o singulares atavismos, como el cerril intento de regresar a la Edad Media de algunos sectores extremistas. Pero todas las anteriores no son sino modelos marginales superados por la historia, o en vía indefectiblemente muerta.
La civilización planetaria a la que me refiero está entretejida por ese sustrato común que resulta perfectamente identificable en la mayor parte del mundo, incluso en sociedades tan aparentemente dispares como la japonesa o la canadiense, la brasileña, la turca, la australiana o la rusa. Se trata de ciertas reglas de juego universales, ciertos valores, límites, esquemas de convivencia y de desarrollo, tanto individuales como colectivos. Por supuesto que todo está lleno de matices y de versiones: no es ya que no sea lo mismo Sevilla que Moscú, es que no lo son Villaconejos de Arriba y Villaconejos de Abajo, ¡hasta ahí podíamos llegar…! Pero el sustrato unificador que define el estadío globalmente alcanzado por la humanidad es nítido.
La Civilización Mundial -me gusta el término, que es relativamente reciente- se cuajó siglo a siglo, a medida que las sociedades humanas iban haciéndose dueñas del planeta y los diferentes grupos se iban interconectando de forma cada vez más estrecha. El primero y más sustantivo de los hitos en este proceso fue sin duda la Revolución Neolítica, y como ésta comenzó en el Creciente Fértil, cabe decir que en sus primeros pasos la incipiente Civilización Mundial debió tener acento oriental.

Pero el segundo gran empujón, la Revolución Industrial, tuvo su origen en Europa, lo que occidentalizó notablemente su acento.
                                                                   

Y el hecho de que el tercer gran seísmo de la humanidad, la Revolución de la Información, haya tenido también como punto de partida occidente, ha terminado de sesgar la cosa.
De manera que la Civilización Mundial tiene bastante más de greco-romana/sajona que de afro-indo-china, o de cualquier otro potpurrí geopolítico que pueda uno imaginarse. Y una de las señas de identidad del universo greco-romano/sajón (tiene otras mil más sustantivas, pero aquí ha lugar destacar esta), es su mala conciencia. Mala conciencia ganada a pulso, culpa justa y justificada por siglos de expolio planetario, de crecer a base de rapiñar, esclavizar, someter, exterminar. A occidente se le cae la cara de vergüenza recordando lo que hizo en África, en América, en Asia, exterminando pueblos y etnias enteras, esquilmando impúdicamente sus recursos, pasando del esclavismo al colonialismo… Hoy en día todo ha cambiado radicalmente, y las responsabilidades por las desigualdades e injusticias que aquejan a más de media humanidad son mucho más enmarañadas, sutiles y globales. Occidente ya casi no existe como ente reconocible y diferenciable de lo que es la Civilización Mundial; pero le aporta a ésta, entre otras cosas, una mala conciencia que, como efecto rebote, ha alumbrado una especie de corriente de corrección política, al parecer incuestionable: el buenismo.
El buenismo es la política del buen rollito. Respeto, por encima de todo respeto, tolerancia comprensión. Muy especialmente respeto al diferente, al minoritario. Lo primero, el diferente –ojito: sea la que sea su diferencia respecto a los demás- jamás deberá ser considerado peor, ni menos desarrollado, sino simplemente distinto, y sus perspectivas y planteamientos, equiparables a los tuyos. El buenismo obliga a una especie de empatía compulsiva: hay que ponerse siempre en la piel del otro y pensar qué es lo que sentirías tú si alguien de fuera viene a intentar imponerte su perspectiva como verdad absoluta. Lo segundo, el diferente merece un trato preferente, para compensar los siglos –o milenios- de trato injusto al que “los suyos”, fueron sistemáticamente sometidos. Consecuentemente, el buenismo aboca a la discriminación positiva, que viene a ser lo mismo que sacralizar la injusticia… por causas justificadas.
El efecto del buenismo, de que prevalezca el lavado de nuestra consciencia histórica sobre el cabal sentido común, el sentido de la justicia, de lo ético, de lo que la Civilización Mundial considera correcto e incorrecto (recuerdo e insisto: los mínimos universales planetarios), desemboca en dislates inconmensurables. Anoche vi un reportaje sobre la ablación (en román paladino: la castración de mujeres), que además de sacar lo peor de mí, me hizo reflexionar sobre todo lo que aquí intento plasmar. Intentaré ser lo más conciso posible en la reseña de algunos de los más palmarios desatinos engendrados por el buenismo. Lo mismo algún día le dedico un rato a cada uno de ellos, porque todos lo merecen y tienen carnaza para chapotear a gusto.
-       La ablación: la mutilación genital femenina se trata como una mala costumbre, como un rito bárbaro poco higiénico, peligroso e innecesario; y educadamente, se considera que se debe intentar que caiga en desuso entre las honorables comunidades que aún la practican … CUANDO DE LO QUE SE TRATA ES DE UNA ABERRACIÓN INHUMANA, EQUIPARABLE COMO MÍNIMO AL INFANTICIDIO O A LA ANTROPOFAGIA.
       
        
-       La equidistancia: no hay conflicto en el que no proceda dar un paso atrás e interpretar que nunca hay buenos del todo ni malos del todo, que todos tienen su parte de culpa… LO QUE NOS LLEVA A EQUIPARAR A LOS TERRORISTAS Y A SUS VÍCTIMAS, A LOS PUEBLOS EN EXTERMINIO Y A SUS EXTERMINADORES…


-       La sistemática discriminación positiva: ser minusválido es un plus; ser negro es un plus; ser homosexual es un plus; en el colmo ya del delirio: ser mujer es un plus… LO QUE EQUIVALE A AFIRMAR QUE LOS ANTERIORES NO SON “DIFERENTES”, SINO “INFERIORES”.
       

-       La tolerancia frente al machismo histórico: en ciertos países hay una reparto radical de roles por sexos que ha de respetarse por tratarse de una seña de identidad cultural, aunque intentando que poco a poco se suavicen sus límites… LO QUE HACE INTERNACIONALMENTE RESPETADO QUE EN UNA CUARTA PARTE  DEL PLANETA LA HUMANIDAD QUEDE DIVIDIDA ENTRE HOMBRES, POR UN LADO, Y GANADO SEXUAL/ELECTRODOMÉSTICOS, POR OTRO.

 
Pero no pasa nada, chicos, tranquilos. Buen rollito. La Civilización Mundial no es quién para alzar la voz, ni aunque sea para decir que el fuego quema y el agua moja, porque en su día Occidente mató y robó mucho, y eso aún pesa. Suavecito, sin molestar, sin hacer ruido.
Al animal que se compra una hembra de doce años, susurrémosle al oído “pobre cría, trátala con cariñó”, pero no tosamos alto, no se nos enfade su gobierno.
Equiparemos el dolor de las madres que no pueden ver a sus hijos asesinados con el de las madres que ven a los suyos presos. Todo por la reconciliación.
Dejemos sin plaza a alguien con talento para que ocupe su puesto un ser inferior –un negro, una tía, un cojo, un maricón- al margen de cuál sea su valía. Pobrecito mío, con lo suyo ya tiene bastante.
Ya lo dijo ET: “sed bueeeenos…”.

Hay noches que casi  es mejor no ver los documentales de la 2 antes de irse a la cama…

No hay comentarios:

Publicar un comentario