miércoles, 20 de agosto de 2014

Ecología y razón: Ahorro vs despilfarro

Me quedé perplejo al conocer la versión brasileña de la fábula de la cigarra y la hormiga. Según cuentan allí, la cigarra no murió tras el desaire de la hormiga, sino que decidió migrar a una tierra más acogedora y menos condicionada por la tiranía de las estaciones. Y como en su verano de trovadora había adquirido grandes habilidades, en su nuevo destino se hizo artista famosa, llevando una vida de ensueño mientras la huraña hormiga se limitaba a sobrevivir entre la extenuación de los veranos y el ostracismo de los inviernos.

Fuente: milcuentosinfantiles.com
Por supuesto que lo anterior es una loa al Carpe Diem, un ensalzamiento de ese estilo brasileño tan hedonista de afrontar la vida que a tantos –incluido, obviamente, yo- nos resulta atractivo y tentador. Pero al mismo tiempo, y no sé si era consciente ello el Esopo tropical que reformuló la historia, aporta un matiz muy interesante desde el punto de vista ecológico: “ahorrar” y “despilfarrar” son conceptos humanos que no tienen sentido en la naturaleza. Las hormigas se llevan portando como tales desde hace decenas de millones de años, y las cigarras otro tanto, porque ambas opciones son eficaces. Ese sí es el criterio: la eficacia. Lo eficaz perdura, y lo ineficaz desaparece.
¿Y los humanos, nosotros? Como especie social que somos, y como seres individuales de cierto recorrido, tenemos bastante más de hormiga que de cigarra en lo que se refiere al tema del ahorro. Pero esto también es más que matizable.
Desde el lanzamiento de nuestra versión prototipo -Homo.0- llevamos dando la lata a este guijarro estelar casi dos millones de años. Nosotros en concreto -que debemos ser Homo.9- comenzamos a poner definitivamente patas arriba este cotarro hace unos 200.000 años. Puede parecer bastante, pero seguro que es menos que nada a ojos de una cigarra o una hormiga.
Pues bien, durante el 95% de nuestra historia, mientras fuimos nómadas cazadores y recolectores, nuestra perspectiva del ahorro no debió ser muy diferente de la de un oso o una ardilla: Madre Natura, que además de Una y Trina era en extremo procelosa, ya se encargaba de generar ininterrumpidamente seres, vallas y otras delicatesen para nuestro disfrute. Claro que había que tener un poco de criterio para conservar los excedentes según se adquirían (ahumando, enterrando, congelando, desecando, etc.), de modo que hubiera de qué vivir durante el largo invierno. Y ese mismo criterio era de aplicación para disfrutar sin pudor de los excesos inconservables cuando éstos se presentaban (moras, setas, cangrejos, huevos…) Pero todo eso, insisto, debía ser natural, obvio, nada cuestionable ni generador de moralejas.
El punto de inflexión, a mi entender, surge con la revolución neolítica, el desarrollo de la agricultura y la ganadería (y de su mano, las ciudades, las sociedades complejas, etc.), que es de largo la más sustantiva y tremebunda de las revoluciones sufridas por la Humanidad desde Oldowai hasta la hace nada (creo que estamos empezando otra de similar calado; pero eso será objeto de atención en otro momento) A partir de entonces surgen los excedentes de producción, los stocks, el generar, tener y administrar al margen de lo que la vieja Natura opine al respecto. Ahí es donde aparecen Esopo, su cigarra y su hormiga: ¿generas y administras correctamente?: pues tendrás; ¿no generas o no sabes administrar?: pues prepárate para la carestía.

Fuente: mundohispano.com
Pero lo anterior, y ahora mi yo mediterráneo cede paso al tropical-consorte, es sólo verdad en determinado tipo de contextos. ¡Ay del vikingo imbécil que no saquee lo suficiente durante el verano, para subsistir en invierno!. Pero el yanomami, que no tiene ni veranos ni inviernos, ¿cuándo y para qué debe ahorrar? Si tienes la opción de usar lo que surge, cuando y como surge, y después lo siguiente… ¿qué sentido tiene eso del ahorro?; ¿y qué cosa pudiera ser su antítesis, el despilfarro?
Rematando: el Homo sapiens sapiens Occidentalis Postindustrialis, máxima cristalización de la perspectiva de la hormiga, vive por y para producir, sobrepropucir, ahorrar y evolucionar hacia otras versiones de sí mismo. Lleva en ello algunos cientos de años. Pero el Homo sapiens sapiens, a pelo y sin más, lleva doscientos mil limitándose a ser él mismo, como los osos, las ardillas, las cigarras y las hormigas, ajeno a conceptos tan artificiosos como los de ahorro y despilfarro.
Fuente: unaantropologaenlaluna.blogspot.com

Ganará el primero, qué duda cabe. De hecho, ya ha ganado. Pero, a veces, me reconforta pensar que acaso perdure en mí algo del segundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario