Me quedé perplejo al conocer la
versión brasileña de la fábula de la cigarra y la hormiga. Según cuentan allí,
la cigarra no murió tras el desaire de la hormiga, sino que decidió migrar a
una tierra más acogedora y menos condicionada por la tiranía de las estaciones.
Y como en su verano de trovadora había adquirido grandes habilidades, en su
nuevo destino se hizo artista famosa, llevando una vida de ensueño mientras la
huraña hormiga se limitaba a sobrevivir entre la extenuación de los veranos y
el ostracismo de los inviernos.
Fuente: milcuentosinfantiles.com |
Por supuesto que lo anterior es una
loa al Carpe Diem, un ensalzamiento de ese estilo brasileño tan hedonista de
afrontar la vida que a tantos –incluido, obviamente, yo- nos resulta atractivo y
tentador. Pero al mismo tiempo, y no sé si era consciente ello el Esopo tropical
que reformuló la historia, aporta un matiz muy interesante desde el punto de
vista ecológico: “ahorrar” y “despilfarrar” son conceptos humanos que no tienen
sentido en la naturaleza. Las hormigas se llevan portando como tales desde hace
decenas de millones de años, y las cigarras otro tanto, porque ambas opciones
son eficaces. Ese sí es el criterio: la eficacia. Lo eficaz perdura, y lo ineficaz
desaparece.
¿Y los humanos, nosotros? Como especie
social que somos, y como seres individuales de cierto recorrido, tenemos bastante
más de hormiga que de cigarra en lo que se refiere al tema del ahorro. Pero
esto también es más que matizable.
Desde el lanzamiento de nuestra versión prototipo -Homo.0-
llevamos dando la lata a este guijarro estelar casi dos millones de
años. Nosotros en concreto -que debemos ser Homo.9- comenzamos a poner definitivamente patas arriba este cotarro hace
unos 200.000 años. Puede parecer bastante, pero seguro que es menos que nada a ojos de una cigarra o una hormiga.
Pues bien, durante el 95% de nuestra
historia, mientras fuimos nómadas cazadores y recolectores, nuestra perspectiva
del ahorro no debió ser muy diferente de la de un oso o una ardilla: Madre Natura,
que además de Una y Trina era en extremo procelosa, ya se encargaba de generar ininterrumpidamente
seres, vallas y otras delicatesen para nuestro disfrute. Claro que había que tener
un poco de criterio para conservar los excedentes según se adquirían (ahumando,
enterrando, congelando, desecando, etc.), de modo que hubiera de qué vivir
durante el largo invierno. Y ese mismo criterio era de aplicación para disfrutar
sin pudor de los excesos inconservables cuando éstos se presentaban (moras,
setas, cangrejos, huevos…) Pero todo eso, insisto, debía ser natural, obvio,
nada cuestionable ni generador de moralejas.
El punto de inflexión, a mi entender,
surge con la revolución neolítica, el desarrollo de la agricultura y la
ganadería (y de su mano, las ciudades, las sociedades complejas, etc.), que es
de largo la más sustantiva y tremebunda de las revoluciones sufridas por la
Humanidad desde Oldowai hasta la hace nada (creo que estamos empezando otra de
similar calado; pero eso será objeto de atención en otro momento) A partir de entonces
surgen los excedentes de producción, los stocks, el generar, tener y administrar
al margen de lo que la vieja Natura opine al respecto. Ahí es donde aparecen
Esopo, su cigarra y su hormiga: ¿generas y administras correctamente?: pues
tendrás; ¿no generas o no sabes administrar?: pues prepárate para la carestía.
Fuente: mundohispano.com |
Pero lo anterior, y ahora mi yo mediterráneo
cede paso al tropical-consorte, es sólo verdad en determinado tipo de
contextos. ¡Ay del vikingo imbécil que no saquee lo suficiente durante el
verano, para subsistir en invierno!. Pero el yanomami, que no tiene ni veranos
ni inviernos, ¿cuándo y para qué debe ahorrar? Si tienes la opción de usar lo
que surge, cuando y como surge, y después lo siguiente… ¿qué sentido tiene eso
del ahorro?; ¿y qué cosa pudiera ser su antítesis, el despilfarro?
Rematando: el Homo sapiens sapiens
Occidentalis Postindustrialis, máxima cristalización de la perspectiva de la
hormiga, vive por y para producir, sobrepropucir, ahorrar y evolucionar hacia
otras versiones de sí mismo. Lleva en ello algunos cientos de años. Pero el
Homo sapiens sapiens, a pelo y sin más, lleva doscientos mil limitándose a ser él
mismo, como los osos, las ardillas, las cigarras y las hormigas, ajeno a
conceptos tan artificiosos como los de ahorro y despilfarro.
Fuente: unaantropologaenlaluna.blogspot.com |
Ganará el primero, qué duda cabe. De
hecho, ya ha ganado. Pero, a veces, me reconforta pensar que acaso perdure en
mí algo del segundo.
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