martes, 23 de diciembre de 2014

Gran Marrano

(AVISO PREVIO: AL EMPEZAR A ESCRIBIR CREÍA QUE ESTO IBA A SER MERAMENTE ERÓTICO-FESTIVO, PERO ME HA ACABADO SALIENDO ALGO MUCHO MÁS SERIO... AUNQUE AL FINAL, AFLOJA.  LO DIGO POR SI ACASO. Y ¡FELICES FIESTAS…!)
Para empezar, no me digáis que lo de “Gran Marrano” no es mil veces mejor que esa cursilada infantil de “Adán y Eva”. Aunque, bien pensado, su título tiene sentido, pues un producto como ese precisa una denominación a la altura de sus usuarios: preadolescentes mentales con una ignorancia enciclopédica, anclados seguramente de por vida en el nivel de “caca-culo-pedo-pis”. Pero “Gran Marrano” es muchísimo más redondo, ¿a que sí?
Me refiero, obviamente (y lo digo para los que me leéis desde fuera de España, porque aquí no creo que quede nadie que no tenga, como mínimo, oído hablar de la historia), a esa nueva versión de Gran Hermano que se emite desde hace un par de meses en la 4, y cuya deslumbrante singularidad es que los participantes/actores/concursantes van en pelota picada. Por cierto, que Telecinco (4 y 5 son cadenas del mismo grupo), que es la propietaria en España de la franquicia Gran Hermano, tiene en emisión la decimoquinta edición de su sow. Quince años ya, qué barbaridad. Por aquel entonces yo ya tenía 40, pero el impacto que me llevé fue muy potente; aunque, claro, la culpa fue mía: ¿quién me mandará a mí leer? Como pude en su momento comprobar, eran en realidad muy pocos quienes habían leído 1984… obviando al 50% de españoles que no lee. Si ese dato estadístico es correcto (lo he sacado de www.federacioneditores.org), querría decir que la mitad de los españoles sí son lectores, cosa que tampoco está tan mal. Yo creía que éramos menos.
Bueno regresando al meollo de la cosa, es necesario un aviso importante: SE APROXIMA UN ALUD DE SPOILERS EN RELACIÓN CON 1984, DE MODO QUE EL QUE PIENSE LEER LA NOVELA, O VER LA PELÍCULA, QUE NO SIGA Y QUE REGRESE OTRO DÍA.
En este caso, y a diferencia de lo que suele ser habitual, la película basada en la novela, dirigida en 1984 —cuándo, si no— por Michael Radford y protagonizada por John Hurth, es abiertamente recomendable. Como pasa siempre, se deja un buen número de cosas fuera, pero conserva lo esencial y lo plasma de forma totalmente convincente. Muy buena. A quien no lo haya hecho, le recomiendo que se lea el libro, y que luego vea la película. Y algún tiempo después, que regrese aquí, a compartir mis reflexiones. Pero ahora, ¡HUID, QUE OS LA DESTRIPO…!
Para mí, que un espacio televisivo de ocio, un reality, se titulase “Gran Hermano” era comparable a que se llamase “Las duchas de Auswitch” o “Vacaciones en el Gulag” ¿Era posible que alguien no supiera que 1984 reflejaba el peor de los infiernos imaginables para la sociedad humana? ¿De verdad que alguien le había puesto a un juguete de hacer galletas, “Aprende a cocinar con Anibal Lecter” ? Pues al parecer, así era.. Y lo más brutal de todo: al margen de que el programa estuviera –y siga estando- destinado a analfabetos funcionales, su enjundia consistía y consiste en considerar divertida una de las más terribles monstruosidades vaticinadas por la novela: la desaparición total y absoluta de la intimidad.
1984 es, probablemente, la distopía más genial parida hasta la fecha. Lo es sin duda para mí; pero mi conocimiento es obviamente limitado, además de que no sé inglés, y la literatura sólo puede evaluarse correctamente sin la intermediación de traductores. Pero al margen de mi criterio, esta obra es aclamada universalmente por multitud de razones, incluidas las conceptuales, que son las que ahora y aquí más interesan.
George Orwen fue un brillante y reconocido periodista y escritor británico, y 1984 es sin duda su obra cumbre. La escribió finalizando la segunda guerra mundial, y se publicó en el 48 —sí: 84 al revés— dos años antes de su muerte. La composición de lugar que acaso el bueno de George se hizo al conceptuarla, pudo ser algo así: “El mundo entero se une para derrotar al fascismo… y resulta que quien lo derrota es una dictadura equivalente”. Porque la obra trata básicamente de eso, de un futuro hipotético en el que la humanidad entera se encuentra dividida en tres grandes bloques dictatoriales, en guerra permanente.
El propio Orwen confesó que no creía que el mundo pudiese nunca llegar a convertirse en lo que planteaba en su novela; pero sí creía que algunas de las cosas que en ella se contaban podían llegar a suceder. A la vista está su tino… aunque eso requeriría de un análisis que aquí no cabe. Pero a lo que no me resisto es a, al menos, reseñar diez de las ideas contenidas en el libro (haciendo un gran esfuerzo, me centraré en lo más gordo), cuya monstruosa profundidad daría para escribir tratados enteros. Sentarse y sujetarse, que empiezo:
Doblepensar
En la sociedad de 1984, desde la infancia se enseña a los individuos a pensar de forma abierta y no concluyente. Una especie de sofismo global que posibilita creer absolutamente en algo, y al mismo tiempo en lo contrario, según cómo se planteen las cosas. Según como se planteen desde arriba, obviamente: desde un “Estado Padre” omnipotente y omnisciente que dirige de forma estrecha e infalible la vida de todos y cada uno de los ciudadanos.
El Gran Hermano
La organización que articula la sociedad es el Partido Único, el INGSOC (Socialismo inglés). Pero, incluso por encima de éste, existe un símbolo que sintetiza al “Estado Padre” al que antes me refería: un ser que es al tiempo guía, inspiración y esencia de la sociedad. El protector, el legislador, el guardián de los valores, el que conducirá al pueblo a la victoria final. Alguien que es casi tanto un individuo como una metáfora: el Gran Hermano.
Ojito al lema del INGSOC: “Guerra es Paz; Libertad es Esclavitud; Ignorancia es Conocimiento”
Reescritura permanente de la historia
El protagonista se dedica profesionalmente a la censura, y singularmente a la reescritura de la historia: los acontecimientos ya sucedidos, los protagonistas, las fechas… todo es objeto permanente de revisión, reinterpretación y reformulación, siguiendo los intereses del Estado en cada contexto. Ni siquiera la fecha en la que se sitúa la historia, 1984, puede darse por segura.
La Neolingua
Los habitantes de Eurasia hablan Neolingua, un derivado del inglés en permanente revisión mutilante: se suprimen palabras (sobre todo, sinónimos) y se crean otras nuevas (básicamente, ambivalencias), para evitar las alternativas conceptuales y facilitar el “doble-pensar”.
La guerra permanente
La única manera de mantener bajo control a las sociedades humanas es conseguir que la gente viva en el umbral de la miseria; y para que ésta sea posible, no existe otro mecanismo mejor que la guerra: asegura la destrucción de “excedentes” que podrían dar lugar al bienestar, canaliza la productividad hacia la fabricación de máquinas destructivas, etc. Por ello, la humanidad entera, dividida en tres grandes bloques equivalentes, se encuentra embarcada en una guerra perpetua.
Las telepantallas
Los artilugios fundamentales para la vigilancia y control de los individuos son las telepantallas: dispositivos que están literalmente por todos lados, y que son al tiempo cámaras receptoras y pantallas, que permiten al “Gran Hermano” saber en todo momento qué es lo que estás haciendo, e indicarte cuando y como corresponda qué es lo que deberías hacer  
El odio, como alternativa del amor
El sentimiento que más se potencia y venera es el odio hacia “los otros”, el cual forma un conglomerado indisociable del amor a “los tuyos”. Todos los ciudadanos deben asistir obligatoriamente a las ceremonias diarias de exaltación del odio.
El crimental y la policía del pensamiento
Los delitos más inaceptables y perseguidos no son los relativos a actos —robos, asesinatos, etc.— sino a pensamientos: las ideas contrarias al funcionamiento de la sociedad, den lugar o no a acciones concretas, son en sí mismas crímenes execrables e inaceptables. La Policía del Pensamiento, el cuerpo represivo más potente del Estado, se encarga de perseguirlos.
La canalización de la resistencia
Es inevitable que un pequeño porcentaje de la población se resista al estado de cosas descrito, y por ello, existe un soterrado pero consistente movimiento de resistencia. Lamentablemente, y como nuestro protagonista comprueba, toda la red es en realidad otro mecanismo del Estado, diseñado para captar, canalizar y desactivar cualquier posible subversión.
El arrepentimiento de los sublevados
Una vez captado y canalizado, al disidente se le empuja y alienta hasta llegar a la abierta traición al Estado. Entonces se le tortura metódica y sistemáticamente, sobre todo desde el punto de vista psicológico, hasta conseguir anular en él cualquier iniciativa personal o cualquier rastro de amor, que no sea el amor hacia el Gran Hermano. Entonces, cuando el disidente acepta que la realidad no es otra que la que el Gran Hermano establece y proclama su arrepentimiento, se le otorga la gracia liberadora de la muerte.
Joder. Hará cosa de treinta años que leí aquello, y todavía me conmuevo al recordarlo. Por supuesto, jamás volveré a leerla, como supongo que jamás volveré a ver La Lista de Schindler —de Steven Spilberg— o The Killing Fields —de Roland Joffé— pero no me arrepiento en absoluto de haberlo hecho: gracias a ello sé más de la historia, de la vida, del alma humana y de mí mismo. Y aunque no se trate precisamente del lado más atractivo de la realidad, saber de él es totalmente imprescindible para tener perspectiva. Para poder decidir. Para ser inaccesible al doblepensar. Para que nadie pueda imponerme su neolingua. Para no confundir odio y amor. Para ser un activo resistente individual frente a la injusticia y la mentira… pero siempre suspicaz en lo que respecta las estructuras organizadas. Para valorar como un tesoro la intimidad y huir de las premonitorias telepantallas más que de un nublado, por mucho que hoy en día sean la cosa más común del mundo, como lo son las tablets que el Doctor Spock nos dio a conocer, allá por los 60.
En fin, parece que voy consiguiendo recuperar el ánimo.
Vamos a ver si rematamos con un poco más de alegría, que las fechas lo piden.
Había empezado la cosa con incontenido sarcasmo hacia la legión de burros que siguen Gran Hermano, en sus n-versiones. En cierto sentido les entiendo: todos nos paramos en los zoológicos frente a la jaula de los monos, a ver cómo juegan, se pelean, copulan, se masturban, etc. Y si andan perezosos, pues les tiramos algo de comida para activarlos y forzarlos a competir. Esto es exactamente lo mismo… solo que los primates en cuestión son de la especie Homo sapiens sapiens. Aunque en este caso, mucho me parece lo de “sapiens”… para colmo, repetido.
Lo de ir en pelotas tampoco me parece demasiado original: raro es el zoológico en el que visten a sus chimpancés. Y como el objetivo es ese, el ji-ji, ja-ja de niños jugando a las cochinadas, pues mejor que mejor (si lo que se quiere ver es sexo de verdad, hoy en día no hace falta buscar mucho para encontrarlo), que así queda más explicitado el que la cosa va de seducción animal a pelo, picaresca de vestuario, erotismo de retrete público, y poco más.
Lo que me resulta más heroico de todo esto es la labor de los psicólogos y del resto de tertulianos, que son capaces de hacer sesudos debates, elaborar hipótesis, tesis, antítesis, teorías e incluso leyes capaces de explicar el sofisticadísimo comportamiento de los primates observados. Los cuales, por otra parte, hacen alarde de un nivel cultural, intelectual e incluso mental tan ínfimo, que a mí me cuesta trabajo creer que no forme parte pactada de sus papeles. Porque, sinceramente, no es ya que todo apeste a actuación: es que, intrínsecamente, lo es. ¿Acaso alguien podría comportarse con naturalidad, intentando seducir en cueros a una hermosa jovencita —feos, gordos, etc. quedan descartados, por razones obvias— delante de una cámara?
¿He dicho cámara…? Quería decir, telepantalla…
Lo dicho: que leáis a Orwell -ahora no: después de que pasen las fiestas-, porque cuanta mayor perspectiva se posee, más libre se es; y conocer el infierno que ese hombre imaginó es la mejor manera de mantenerlo a raya.

¡FELICES FIESTAS…!

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