lunes, 23 de noviembre de 2015

Reflexiones breves, pero intensas (III)

En los albores del siglo XX, la eterna controversia entre ciencia y religión pareció decantarse definitivamente en favor de la primera, porque el conocimiento y lo constatado acorralaban sin tregua a las hipótesis e intuiciones indemostrables. Pero, mira tú qué sorpresa, siglo y cuarto después la vieja disyuntiva se reaviva, a cuenta de lo que menos podría haberse imaginado:

"La ciencia es verdad constatada, y por tanto no precisa de ninguna fe: basta con aceptarla. Pero las verdades evidenciadas por la física relativista y la física cuántica desbordan por completo nuestro entendimiento, y además no podemos hacer nada para verificar personalmente lo que postulan; lo que nos coloca en la disyuntiva de rechazarlas -dando la espalda al conocimiento- o aceptarlas... como actos de fe." 

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