jueves, 27 de noviembre de 2014

Secuelas de la esclavitud


Estaba con una entrada relativa al periodismo paternalista (ya la terminaré y la colgaré otro día), cuando me ha llegado una noticia que ha hecho que me hirviera la sangre, como dice mi amiga Ana Vázquez, cuyo blog —mucho más visceral y reivindicativo que el mío— desde aquí abiertamente os recomiendo: quecabreotengo.blogspot.com.es
La noticia en cuestión era la de que, en un lejano y teóricamente civilizado país, de cuyo nombre prefiero no acordarme, acaban de sobreseer la muerte de un chaval de dieciocho años a manos de un policía. La cosa sucedió el agosto pasado, en pleno día y plena calle, sin que mediara ningún atraco o disturbio: una simple disputa, una regañina que sube de todo, se va a más… y acaba así. El chico no estaba armado, como ha podido constatarse; y a mí, personalmente, me importa un pito si había levantado las manos para entregarse, como dicen unos, o si en la disputa había terminado por atacar —con las manos— al agente, como otros aseguran: éste lo frió a tiros, allí mismo. Le disparó doce veces, acertando seis. Dos, en la cabeza.
Soy biólogo, ya lo sabéis, y de leyes sólo tengo una ligera idea, por pura cultura general; pero lo anterior es indiscutiblemente un homicidio. Porque “homicidio” —algo de latín sí sé— es simplemente eso: el acto de que una persona le quite la vida a otra. Pues no va a haber juicio, ya que al parecer la cosa es tan obvia que no hace ni falta: fue legítima defensa.
¿Alguien puede considerar justificado disparar doce veces, acertando seis de ellas —dos, en la cabeza— para apaciguar a un exaltado, suponiendo que ese fuera el caso? Seis disparos —dos, en la cabeza— contra un chaval desarmado, ¿puede ser una actitud proporcionada de legítima defensa?
Como mínimo, huyendo de disparates vengativos y siendo más que generosos (imaginemos que el crío era un oso enajenado, que el policía entró en pánico, etc.), el desenlace civilizado para una cosa así habría sido apartar de por vida del servicio a ese policía (¿cómo va a seguir patrullando armado un energúmeno como ese?), que el Estado asumiera la responsabilidad civil subsidiaria por el homicidio involuntario del joven, que se lavara la imagen de éste, y que se compensara generosamente a la familia por el fatídico suceso. Pues no, no va a haber nada de eso. El policía en cuestión queda limpio de polvo y paja, y “hala, a apatrullar la ciudad”, que diría Torrente.
¡Ay, perdonad…!: me acabo de dar cuenta de un detalle que no he citado y que por lo visto lo explica todo: el policía era banco, y el chaval, negro.
La cosa apesta de tal modo, da tal vergüenza ajena, tal asco, tanta pena… Y la explicación es así de simple: se trata de una secuela de la esclavitud. Otra más. Si, de la esclavitud, algo que parece tan lejano pero que en realidad aún colea en medio mundo, incluida la totalidad de América y el resto de territorios que las potencias europeas de los últimos 500 años explotaron inundándolos de mano de obra esclava; de gentes arrancadas de sus tierras y convertidas en ganado por el terrible delito de que sus sociedades era tecnológicamente inferiores; porque eran “menos civilizados”, según el término entonces acuñado, en un despiadado alarde de sarcasmo.
Por cierto, y ya que hemos puesto en marcha el ventilador: los mayoristas y abastecedores fundamentales de la demanda europea de esclavos fueron los árabes, a los que eso de clasificar a los seres humanos en gente, por una parte, y herramientas, por otra, no parece que históricamente les haya supuesto un gran conflicto: ¡LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD EN ARABIA SAUDÍ FUE DECRETADA POR EL PRÍNCIPE FAISAL, EL 2 DE JUNIO DE 1963…! (yo tenía cuatro años...)
No he estado nunca —aún— en Norteamérica, pero tengo amigos que nacieron allí y otros residiendo, y todos me cuentan que, aunque en las películas quede muy bien eso de que casi todos los jueces sean negros, y aunque Obama también lo sea, aquella es una sociedad absolutamente estratificada, con un mínimo nivel de mestizaje (según el United States Census Bureau, en 2010 no llegaban al 2,5%), y las desigualdades sociales son étnicamente clamorosas: las clases altas están formadas en su inmensa mayoría por blancos, y las bajas por otras razas.
A Sudamérica sí he viajado algunas veces, y mantengo estrecha relación con Brasil, país notablemente mestizo (según estadísticas oficiales, son mezcla de diversas etnias más del 40%… aunque los brasileños que conozco opinan que deben ser muchísimos más). Pero obviando ahora la mayor o menor propensión a la promiscuidad de la sangre latina respecto a la sangre sajona, lo cierto es que allí también sucede algo parecido: hay un claro desequilibrio étnico de las clases sociales, de manera que los integrantes de las clases más favorecidas son en su mayoría blancos, y los más pobres son negros o mestizos.
Pero ¿cómo iba a ser de otra forma? Hace poco hablaba aquí de que el machismo que aún aqueja a nuestra sociedad se debe a que hace sólo tres siglos que empezó a desvanecerse el monopolio absoluto del poder por parte de los hombres ¿Sabéis el mínimo tiempo que hace desde que desapareció la esclavitud de la “normalidad” internacional… obviando delirios como el ya citado de Arabia Saudí? (por favor: dejemos para otro momento las nuevas formas de esclavitud). Pues vamos a echar la cuenta, y veréis qué sorpresa:
-       En USA, la esclavitud no fue efectivamente abolida hasta el final de su guerra civil, en 1865.
-       En Brasil, la celebérrima Ley Aurea que acabó con ella data de 1888
-       En nuestra civilizadísima y europeísima España, la esclavitud fue legalmente abolida el 7 de octubre de 1886 (¡joder, 73 años antes de mi nacimiento, en vida de mis abuelos…!)
Redondeando, podemos situar la cosa en el último tercio del siglo XIX.
Consecuentemente, los antecedentes de un chaval de 18 años como el frito a tiros que motiva esta reflexión, descendiente de africanos raptados de su tierra, podrían ser más o menos así:
-       Su padre debió nacer en el último tercio del siglo XX. Pongamos que en los ochenta. En su país ya se extinguían los ecos del Black Power, y ciertamente las cosas estaban mejor de lo que habían estado hasta entonces, a efectos legales. Pero solo a efectos legales y no en todo el mundo: en Sudáfrica el Apartheid se encontraba en pleno apogeo.
-       Su abuelo, padre del anterior, nacería a mitad del siglo XX. Lo dejaremos en 1950. Son los tiempos de Luther King, del Movimiento por los Derechos Civiles...
-       Su bisabuelo debió nacer en los alegres veinte. Alegres para los parisinos, porque por aquellas tierras era la época dorada del Ku Klus Klan.
-       Su tatarabuelo nació ya a finales del XIX. En aquellas tierras fueron los tiempos de las leyes de Jim Crow, que de facto propiciaron una extrema segregación racial, llegando incluso a suponer la denegación del derecho de voto.
-       ¡Y EL PADRE DEL ANTERIOR NACIÓ CON TODA PROBABILIDAD ESCLAVO…!
No somos lo que parece que somos, cosas cerradas y definitivas que se explican a sí mismas: somos un eslabón más en una carrera de relevos, y si estamos donde estamos es porque los demás hicieron las etapas anteriores del camino.
¿Qué etapas llevaban recorridas los ascendentes del policía, y los del crío de nuestra historia? ¿En qué punto les dejaron a ambos al nacer? ¿Cuántos hijos de analfabetos, braceros no especializados, supervivientes apenas, consiguen prosperar y llegar aunque sólo sea a la condición de clase media? ¿Cuántos, de entre los anteriores, pueden llegar a titulados superiores, como los jueces de las películas?
Es un proceso lento, un goteo, un arrastrarse contra siglos de inercia, estupidez, prejuicios, injusticia....
Es obvio que en los climas más benignos la gente siempre será más sociable y pensará tanto en prosperar como en gozar, mientras que en los climas más duros la gente siempre saldrá menos —en la calle no hay quien aguante— y se verá obligada a trabajar más —o te provees o mueres— Pero es igual de obvio que los del sur, blancos, negros o marrones, no somos más idiotas que los del norte, y si algunos tenemos carrera y otros no, eso tiene mucho más que ver con el contexto y el punto de partida de cada individuo que con la genética y la melanina.
En fin…
Pese a todo, y como ya tengo también dicho, sostengo que vamos bien. Que la humanidad evoluciona. Que cada vez estamos más lejos de Atapuerca y más cerca de colonizar otros mundos, llevando un pedacito de la Tierra más allá de donde nunca soñó Gaia que podría llegar.

Pero entre tanto, qué duro. Qué cabreo tengo, también yo. Porque hay una idea que no consigo quitarme de la cabeza: ¿Qué habría ocurrido si un policía, negro y pobre, mata de seis tiros a un chaval desarmado, blanco y rico, por un incidente de nada? Pues que ya estaría en el corredor de la muerte…

¿O no?

1 comentario:

  1. Tu final me ha recordado el alegato del abogado en la peli "Tiempo de matar" (no he leído a John Grisham ni creo que lo haga, pero nunca se sabe...) cuando le dice al jurado que se imaginen que la niña víctima es blanca.
    Afortunadamente nos hierve la sangre y nos cabreamos mucho porque no queremos volver a Atapuerca. Y eso que hay veces que parece que no hemos salido de allí. El enlace es: https://www.youtube.com/watch?v=1Ywag4R3nhE

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