jueves, 16 de octubre de 2014

Algunas mentiras clamorosas sobre la salud y la alimentación


La inmensa mayoría de las cosas que aceptamos están ahí por convenio, por deducción, porque nos fiamos del consenso general. Yo puedo comprobar personalmente si es de día o de noche, si tengo dinero en el bolsillo o quién es mi vecino; pero no tengo cómo comprobar personal e inequívocamente a qué distancia está la Luna de la Tierra, si realmente existió Napoleón o el tamaño de China. Todos nos fiamos de lo que nos cuentan cuando nos fiamos de las fuentes que lo hacen. Pero en ocasiones esas fuentes no son tan nítidas o unánimes, y lo que al final acaba prevaleciendo como versión consensuada es lo que la “sabiduría popular” construye mediante interpretaciones, que por desgracia con frecuencia son simplistas e incluso equivocadas.
Un ejemplo de lo anterior: “si sufres un corte de digestión nadando en aguas profundas podrías morir ahogado, pues no es fácil nadar, vomitar y respirar a la vez". Cogiendo ese argumento de partida, y a base de darle vueltas, ha terminado por instalarse en el inconsciente colectivo el convencimiento de que, tras comer lo que sea, incluso una pieza de fruta, es obligatorio esperar al menos dos horas antes de bañarse. Se parte de una evidencia, a la que se da forma de bienintencionado consejo, y acaba saliendo un disparate.
Me voy a entretener arremetiendo contra varios ejemplos de eso mismo, más gordos y dolosos. Y que conste que ya sé que lo que sigue son anatemas, tanto para la versión oficial asentada por inercia entre las masas como para los intereses incalculables de los vendedores del deporte, de las dietas, de los productos “saludables” y de todo ese universo de cosas carísimas que nos dan tan poco y que nos privan de tanto.
El que quiera contrastar que busque una pizca (evitando conspiranoicos y otros desorientados), y verá como lo que sigue no es tan descabellado.

EL DEPORTE ES SALUD
Fuente: deeporteysalud.blogspot.com.es
Mentira clamorosa. El deporte, que no es sino la ritualización de la guerra, es una actividad muy beneficiosa para la sociedad -mejor la guerra ritualizada que la otra- y sin duda para el individuo, porque es divertido, desarrolla nuestra fuerza de voluntad y resistencia, fomenta el trabajo en equipo, etc.
Pero todo lo anterior lo hace a costa de la salud, porque hacer deporte no es “hacer ejercicio” (eso que es saludable), sino hacerlo compitiendo, forzando el cuerpo para ganar.
El ardid, la estupidez, es confrontar el deporte al sedentarismo. Es como si alguien dice “beber dos litros de vino al día es salud”, no porque lo enfrente a la alternativa de beber dos litros de agua, sino a la de morir deshidratado. ¡Pues claro, obvio…! El deporte es salud, si su contrario es el sillón y la tele. Pero si no, no. Sin ninguna duda.
EL COLESTEROL, POR DEBAJO DE 200
Fuente: enplenitud.com.
Mentira clamorosa. Esto es una idiotez de tal calibre que me entretendré poco en ella. Consultar a cualquier médico de confianza y que no tenga interés alguno en empresas de yogures milagrosos o de estatinas sintéticas, y podrá confirmároslo. Lo cual no obvia, lógicamente, que las dietas basadas en el embutido sean un disparate, que pasar de 250 no sea recomendable y que rondar los 300 sea comprar papeletas para un infarto.
Pero eso de bajar de 200 es una referencia disparatada, ficticia, inalcanzable –e insana- para el común de los mortales pasados los 40 años.
LA CALORÍA COMO REFERENCIA NUTRICIONAL
Fuente: obtengamasingresos.blogspot.com.es
Mentira clamorosa. Una caloría es un concepto físico: la cantidad de energía necesaria para aumentar la temperatura de un gramo de agua en un grado centígrado. Pero nuestros cuerpos no son máquinas de serie, y el metabolismo funciona de manera específica para cada individuo, variando además a lo largo de su vida. Por otra parte, los alimentos tampoco equivalen a combustibles homogéneos, y su “poder calorífico potencial” nada tiene que ver con lo que tu cuerpo es capaz de aprovechar en cada momento, por lo que la simplificación de las calorías es una completa tontería.
Por buscar una equivalencia, sería algo así como usar la demografía como valor absoluto para deducir cómo es determinada sociedad. Por ejemplo: si en EEUU, que son 316 millones, hay 256 premios Nobel, en China, que son 1.357 millones deberán ser 1.100 los premiados con ese galardón, ¿no es así? Pues no: sólo tienen 3. Y como China tiene 516 medallistas olímpicos, pues Alemania, que son 80 millones, deberá tener 31, ¿no? Pues vaya, tampoco sale, porque tienen 811. La fiabilidad de las calorías es similar. Y eso lo sabe todo el mundo, médicos, nutricionistas de todos los pelos… No es ya que lo sepan, es que lo proclaman (podéis mirar donde queráis y veréis que es así). Pues bien, da igual: todos los alimentos llevan inscrita esa quimera de las calorías que les corresponden a efectos metabólicos (para colmo: los criterios que se aplican para determinar las calorías de cada alimento son de finales del XIX, y ya nadie los acepta), todas las máquinas de ejercicios te dicen cuántas calorías has gastado, todas las dietas se referencian a la ingesta de calorías… ¡Pero si la caloría es un concepto físico inaplicable al metabolismo…! ¿No es de coña?
EL ÍNDICE DE MASA CORPORAL, ASÍ SIN MÁS, COMO REFERENCIA DE OBESIDAD
Tal como se usa el IMC, estamos ante otra mentira clamorosa, aunque el índice en sí mismo, pobrecito mío, no es que sea culpable de nada. Es obvio que aporta más información decir “fulanito mide 1,80 y pesa 80 kilos”, que decir únicamente “fulanito pesa ochenta kilos”; y el IMC es simplemente  eso, añadir al peso el dato de la altura. Pero es ridículo pretender que esos dos datos sean suficientes para decirme si estoy flaco o gordo. Esto está también más que trillado y lo reconoce todo el mundo (me refiero a médicos y similares): influyen decisivamente el sexo, la edad, la complexión, el tipo de vida… Pero sin embargo ahí está, como tótem incuestionable, especialmente desde que los zumbaos de la OMS santificaron la IMC, a pelo y sin matices, como referencia para decir quién es obeso y quién no.
Sólo como ejemplo: mido 161 cm y peso 74 Kg. Mi IMC es consecuentemente 28,55; es decir, tengo un sobrepeso muy considerable, a punto de entrar en la categoría de obeso Tipo I. Vale, no estoy en forma; pero obeso… ¿no es un poco excesivo? Va foto de ahora mismo (sin camisa y de perfil, para que quede más claro). 
Aunque no esté de acuerdo, voy a aceptar que ahora soy un cetáceo. Pero es que, a juicio del IMC, siempre lo fui, y eso sí que es ya directamente una broma. Porque hasta que dejé de fumar, hace 10 años, yo siempre había pesado entre 65 y 68 kilos, y con ese peso estaba hecho un toro: hacía fondo (corría maratones), jugaba al fútbol de lateral, escalaba como una lagartija… Si calculo mi IMC de entonces, sale lo siguiente: 161 cm, 67 Kg = 25,85. O sea, sobrepeso. Va otra foto de aquél gordo, a comienzos de los noventa.
LOS VEGETARIANOS SON MÁS SALUDABLES Y VIVEN MÁS
Fuente:notirivas.com.
Mentira clamorosa. Si lo que oponemos es una dieta vegetariana equilibrada a una dieta carnívora compulsiva, es obvio que es más saludable la opción vegetariana. También era más sano beber dos litros de vino al día que morir de sed, o hacer deporte que ser un completo sedentario. Pero habida cuenta de que el hombre es fisiológica, anatómica y metabólicamente omnívoro, no parece razonable considerar que una dieta contra natura pueda ser más saludable que una dieta pro natura. Sería algo así como decir que los osos, los jabalíes o los erizos –que como nosotros, también son omnívoros- deberían comer sólo vegetales; o pretender que raparse la cabeza y tatuársela es más saludable que dejarla con su pelo. Una cosa es que, por ideología o por la razón que sea, decidas llevar una dieta vegetariana, vivir en los árboles o renunciar a hablar. Vale, son opciones; pero pretender que es más natural o más saludable hacer esas cosas que comer de todo, vivir en el suelo y charlar… pues lo siento, pero no.
Al margen de opciones personales, es cierto que excluir la carne de la dieta permite reducir ciertos problemas de salud, como los riesgos cardiovasculares; pero también lo es que aumenta otros, como las posibilidades de padecer anemia o falta de calcio. Y respecto a lo de mayor longevidad… pues no lo dirán por los indios, en donde viven más de 400 millones de vegetarianos -el 40% de la población- y cuya esperanza de vida es de 66 años, frente a los más de 82 de España o los 77 de los uruguayos, carnívoros empedernidos donde los haya.
Lo que sí está más que probado es que comer poco y de todo, en especial pescado y vegetales, aumenta la longevidad, siendo los japoneses en general, y los de Okinawa en particular, los mejores ejemplos al respecto. 
Fuente: las-terrenas-live.com
Otra cosa es que yo, personalmente, prefiero quedarme en 82 a base de jamón, ensaladas con aceite de oliva y buen vino, en lugar de llegar a los 100 a base de hambre, pescado crudo y algas.
Fuente: entrenamiento.com


Qué se le va a hacer. Uno es como es.

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